Manos atrapadas

Parece que cuando no es una cosa, es otra. Ninguna demasiado grande, ninguna incontrolable, pero todas ellas cosas que van mermándote día a día, piedrecillas en el camino con las que es más fácil tropezar.

Tengo las manos atrapadas, como ésta de la escultura de la foto. Sin diagnóstico aún claro -cuando ayer estuve en urgencias, dos médicas sacaban diagnósticos y se los rebatían la una a la otra-, pero todo enrojecidas, con burbujitas que se vuelven escamas o heridas que exudan un liquidillo, en algunas se forma pus, pican más que horrores y sólo ahora, con una crema con fuerte dosis de corticoides, además de un antihistamínico por vía oral, y las manos embutidas en crema (ahora mismo, sólo vaselina) y en guantes blancos de farmacia, puedo respirar un poco mejor.

Y aunque sé que no es gran cosa, y que seguramente tenga solución en breve (manyana vuelven a verme a ver cómo sigue evolucionando), no poder contar con algo tan básico como mis dos manos, casi acaba por desquiciarme estos últimos días. Manos atrapadas, manos inservibles, y ya mi cabeza loca pensando cosas surrealistas.

Pero bueno, espero empezar la remontada, y que sea esto dermatitis atópica, eczema dishidrótico o psoriasis no-sé-cómo... se vaya volviendo más tratable y las manos vuelvan a serme funcionales, sin dolerme ni picarme de esta manera. Para poder sacarlas de su funda, de esa inmovilidad que sale en la fotografía.

[La foto que encabeza el post es de la galeria que Juliano Pavan tiene en Flickr, y a la que puedes acceder haciendo click en su nombre. Según él mismo cuenta, es una escultura del escultor chileno Mario Irrarazábal hecha en 1981; en la que el dedo índice mide unos dos metros. Se encuentra en Punta del Este (Uruguay).]