Me gusta saberme leal, saber que estoy ahí cuando se me necesita, sin fisuras; que a veces, en esas situaciones, soy bien capaz de salir de mí, de centrarme en el otro y de estar ahí para él. Me gusta que mi lealtad no suele quebrarse fácilmente (aunque a veces esto tenga como desventaja que sigues ahí incluso cuando están intentando echarte).
No me gusta lo dependiente que soy, lo mucho que siempre necesito de los que me rodean, estar en eterna búsqueda de aprobación de los demás, no reconocerme ni ser Yo si no soy a través de ellos. No me gusta no saber hacer valer mi opinión cuando estoy en un entorno que no la comparte, no me gusta mi miedo a las discusiones, mi huida constante de lo que suene a conflicto.
Me gusta que se puede confiar en mí, que sé escuchar y a veces hasta dar consejos útiles (que no siempre puedo aplicarme a mí misma, pero que a veces a otros les valen). Me gusta que soy consciente de cómo soy y me conozco y me suelo dejar conocer. Me gusta que intento ser transparente y dejarme de juegos de apariencias que no llevan a ningún sitio. Me gusta que cuando recibo halagos me los creo aunque mi opinión sea diferente, pero no pongo en duda lo que me dicen porque, igual que se puede confiar en mí, yo no he perdido la capacidad de confiar en los demás. A veces me pregunto si confío demasiado y peco de ingenua, pero si soy algo ingenua, también me gusta.
No me gusta lo fácilmente que me rompo por cualquier cambio del viento. Me gustaría ser más flexible, cómo es la frase aquella del junco que es flexible y ante los vendavales se dobla pero sin romperse… yo siempre me rompo, a la mínima incluso. Querría ser más junco. No me gusta que me siento débil y es probable que lo sea, mi eterna inestabilidad, mis ciclos continuos, la noria en la que estoy metida cuando no directamente montanya rusa.
Me gusta el entorno del que me rodeo, mi gente, mi trabajo (ahora a punto de dejar de serlo), me gusta que esta gente me conoce y me cuida y creo que a la vez saben que estoy para ellos cuando me necesitan. Me gusta que ahora intento construir unas relaciones más sanas en las que no me agarro al cuello de los demás como una vampira emocional, aunque es difícil coordinar ese intento de mantener una relación sana con mi increíble dependencia de los demás. Pero lo intento y de momento me da mejor resultado que hace anyos, cuando quemaba a la gente que tenía cerca hasta que conseguía alejarlos, exhaustos.
No me gusta lo mucho que sufro con las pérdidas, las despedidas, los adioses. No me gusta vivir con el miedo continuo a que lleguen próximas despedidas, nuevos adioses que inevitablemente viviré como abandonos, incluso sin serlo.
Me gusta que tengo una capacidad enorme de disfrutar las cosas, de disfrutar de los pequenyos grandes momentos, me gusta que vivo las cosas con una intensidad especial y por eso a veces parece que todo brilla, incluso yo. No me gusta eso mismo, que vivo tan intensamente todo que a veces un pequenyo tropezón se convierte en un gran drama y de repente, casi no sé cómo, estoy hundida y sin saber cómo salir del fango.
Me gusta que soy de (son)risa fácil y que no guardo rencor, me resulta muy fácil perdonar. Me gusta que guardo muchos recuerdos de mi pasado que me siguen dando aliento en el presente y fuerzas para construirme un mejor futuro. No me gusta que en ocasiones me quedo estancada en ese pasado que ya no es más y dejo de utilizarlo como palanca y se convierte en ancla que lastra.
No me gusta destacar especialmente porque me da vergüenza cuando distintas miradas se centran en mí. No me gusta no saber defenderme de ciertos ataques que creo innecesarios y con mala fe.
Me gustan mis ojos verdes y expresivos, mi pelo largo cuando brilla al sol. No me gusta mi cuerpo desnudo. Me gusta ser capaz de mirarme dentro y plasmarlo en un papel. No me gusta no saber resumir, como puede verse en esta foto.
[La imagen que encabeza este post se llama "De cuántos espejos estaré hecho", de la galería que Saul Landell tiene en flickr, a la que puedes acceder haciendo click en su nombre]
No me gusta lo dependiente que soy, lo mucho que siempre necesito de los que me rodean, estar en eterna búsqueda de aprobación de los demás, no reconocerme ni ser Yo si no soy a través de ellos. No me gusta no saber hacer valer mi opinión cuando estoy en un entorno que no la comparte, no me gusta mi miedo a las discusiones, mi huida constante de lo que suene a conflicto.
Me gusta que se puede confiar en mí, que sé escuchar y a veces hasta dar consejos útiles (que no siempre puedo aplicarme a mí misma, pero que a veces a otros les valen). Me gusta que soy consciente de cómo soy y me conozco y me suelo dejar conocer. Me gusta que intento ser transparente y dejarme de juegos de apariencias que no llevan a ningún sitio. Me gusta que cuando recibo halagos me los creo aunque mi opinión sea diferente, pero no pongo en duda lo que me dicen porque, igual que se puede confiar en mí, yo no he perdido la capacidad de confiar en los demás. A veces me pregunto si confío demasiado y peco de ingenua, pero si soy algo ingenua, también me gusta.
No me gusta lo fácilmente que me rompo por cualquier cambio del viento. Me gustaría ser más flexible, cómo es la frase aquella del junco que es flexible y ante los vendavales se dobla pero sin romperse… yo siempre me rompo, a la mínima incluso. Querría ser más junco. No me gusta que me siento débil y es probable que lo sea, mi eterna inestabilidad, mis ciclos continuos, la noria en la que estoy metida cuando no directamente montanya rusa.
Me gusta el entorno del que me rodeo, mi gente, mi trabajo (ahora a punto de dejar de serlo), me gusta que esta gente me conoce y me cuida y creo que a la vez saben que estoy para ellos cuando me necesitan. Me gusta que ahora intento construir unas relaciones más sanas en las que no me agarro al cuello de los demás como una vampira emocional, aunque es difícil coordinar ese intento de mantener una relación sana con mi increíble dependencia de los demás. Pero lo intento y de momento me da mejor resultado que hace anyos, cuando quemaba a la gente que tenía cerca hasta que conseguía alejarlos, exhaustos.
No me gusta lo mucho que sufro con las pérdidas, las despedidas, los adioses. No me gusta vivir con el miedo continuo a que lleguen próximas despedidas, nuevos adioses que inevitablemente viviré como abandonos, incluso sin serlo.
Me gusta que tengo una capacidad enorme de disfrutar las cosas, de disfrutar de los pequenyos grandes momentos, me gusta que vivo las cosas con una intensidad especial y por eso a veces parece que todo brilla, incluso yo. No me gusta eso mismo, que vivo tan intensamente todo que a veces un pequenyo tropezón se convierte en un gran drama y de repente, casi no sé cómo, estoy hundida y sin saber cómo salir del fango.
Me gusta que soy de (son)risa fácil y que no guardo rencor, me resulta muy fácil perdonar. Me gusta que guardo muchos recuerdos de mi pasado que me siguen dando aliento en el presente y fuerzas para construirme un mejor futuro. No me gusta que en ocasiones me quedo estancada en ese pasado que ya no es más y dejo de utilizarlo como palanca y se convierte en ancla que lastra.
No me gusta destacar especialmente porque me da vergüenza cuando distintas miradas se centran en mí. No me gusta no saber defenderme de ciertos ataques que creo innecesarios y con mala fe.
Me gustan mis ojos verdes y expresivos, mi pelo largo cuando brilla al sol. No me gusta mi cuerpo desnudo. Me gusta ser capaz de mirarme dentro y plasmarlo en un papel. No me gusta no saber resumir, como puede verse en esta foto.
[La imagen que encabeza este post se llama "De cuántos espejos estaré hecho", de la galería que Saul Landell tiene en flickr, a la que puedes acceder haciendo click en su nombre]
He de reconocer que algunas frases que te describen también estaban hechas para mí. Beijinhos.
ResponderEliminar¿Débil? pues fíjate que yo creo que eres tremendamente fuerte... Sí, puede ser que tengas facilidad para romperte... pero hasta el momento siempre has sabido levantarte y volver a caminar, que no es poco... y además siendo capaz de verte y mostrarte tal y como eres, sin mentiras ni tapujos...
ResponderEliminarYo creo, que te gustas.
No eres la única, guapa
ResponderEliminarNo hay mucha gente que pueda expresar lo que no les gusta de ellos mismos. Incluso no creo que haya demasiada gente que sepa reconocer sus defectos. A mí me gusta la gente que se sabe imperfecta y además lo reconocen públicamente. Porque no pasa nada. Porque todos nosotros lo somos. Es natural. Y las imperfecciones son hermosas. Nos hace únicos.
ResponderEliminarLeyendo tu post me he visto reflejada tal y como era yo hasta hace más o menos cinco años. Ahora ya no me callo. Ya no me guardo mi opinión cuando algo no me gusta, y me siento muy bien conmigo misma. Cuando hacemos valer nuestra opinión con educación y respeto siempre acabamos sintiéndonos bien. Y con respecto a los ataques a mala fe, seguro que después a solas se te vienen a la cabeza mil y una contestaciones que en el momento no pudiste articular.
Un abrazo.
Genial descripción desde el sentir, pues si, eres un ser humano, con sus ángulos, aristas e imperfecciones, que bueno que las veas.
ResponderEliminarEl cambiar cosas que no nos gustan de nosotros mismos es muy difícil, ya que se necesita mucha consciencia para no sacar lo negativo que todos llevamos dentro, pero es un trabajo del día a día.
Un fuerte abrazo y animo en el trabajo de la vida.
Flexible como un junco... un gran reto. Ya me gustaría aplicarme el cuento, pero resulto ser más bien un cactus.
ResponderEliminaru_u
Supongo que para tí misma tus palabras no significan tanto como para todos los que te leemos, pero a mi, desde luego, me ayudas a encontrarme un poquito más a mi misma en cada una de tus entradas.
ResponderEliminarGracias.
Por lo menos hay muchas cosas positivas que te gustan de ti y eres capaz de ver lo que no te gusta y estar dispuesta a cambiar. No hay demasiada gente capaz de ver sus limitaciones o sus "defectos" y admitirlos. Aunque no te lo creas, eres muy valiente y tienes una fuerza "especial" que aunque a veces no te sirva para verte tal y como te gustaría, te dota de un halo que los demás vemos brillar a la lejanía. Te felicito por eso. Un saludo.
ResponderEliminarTe entiendo bastante. Sufro con las despedidas, y me cuesta olvidar el pasado. Por otro lado, me alejo de lo que puede ser una amenaza, y pierdo el rumbo cuando dependo de algo. Es algo que no tolero, me gusta vivir en mi independencia. Me “seco” por dentro cuando el viento no cambia. Necesito un constante torbellino que me diga que estoy viva. Me aburre la rutina…
ResponderEliminarTe invito a que pases a leer mi blog http://csexacta.blogspot.com/.
Este texto se merece un marco de bueno que es, Gacelita.
ResponderEliminarGRACIAS.
Mks.