Después de leer los tres tomos que conforman la edición de bolsillo de Tormenta de espadas (a su vez, tercer libro de la saga de George R. R. Martin, Canción de hielo y fuego), tocaba algo distinto. Un libro que compré tras haber leído algún artículo en el periódico Diagonal sobre él y una pequenya entrevista a su autora, Carolina del Olmo. Un ensayo titulado ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista, en el que aún estoy sumergida, descubriéndolo mientras leo con cierta avidez y un lápiz cerca porque me estoy encontrando con muchas citas que voy subrayando (porque, ¡oh, no!, soy de las que subrayan sus libros).
Así, hoy quería traer por el blog una de esas primeras palabras que he subrayado de este libro, aunque sospecho que otro día traeré más, porque hay muchos bocaditos que me apetece compartir.
Además, cuando la economía, que solo tiene en cuenta lo que puede medirse en dinero, se impone como único vínculo social relevante, lo que escapa a la cuantificación monetaria pierde importancia y sentido. Y quien no produce dinero, da igual cuánto trabajo aporte, tiende a ser concebido por los demás -y a concebirse a sí mismo- como un parásito.
El dinero, el dinero, el dinero. Cada vez veo más claramente que mi cabecita loca no me va a permitir buscar mi sitio en un mercado laboral terriblemente hostil, un mercado que ya es de muy difícil acceso para esos cerca de seis millones de parados en el país, pero que si además tienes alguna dificultad anyadida... entonces te cierra las puertas o las abre solo a un altísimo coste para la salud que yo no estoy dispuesta a pagar (o mejor dicho, a seguir pagando). Porque no puedo tolerar los niveles de estrés que ese mercado laboral impone, porque tras tres anyos de ansiada estabilidad mental, mi último trabajo, unido a mi fragilidad, me hizo romperme hace ya once meses y desde entonces he pasado tres veces por el lugar de paredes blancas y mesas verdes, y aún hoy me lamo las heridas. Y no más, no. Nunca más. No puedo someterme, no puedo pasar por eso más veces.
Quien no produce dinero, tiende a concebirse a sí mismo como un parásito. Da igual que estudie, que escriba, que haga voluntariado o que colabore en subtitulación de videos con gente afín. Da igual que trabaje, mientras no sea un trabajo remunerado en el mercado laboral hostil que hemos construido. Sé que habrá quien me vea como una "mantenida", como una aprovechada, habrá quien no quiera asomarse y entender qué está pasando aquí dentro. Yo misma aún no lo asumo y me reprocho la dependencia económica que se suma a la emocional, me veo como todo lo que mi madre, mujer independiente, autónoma, LIBRE, no quiso para ella y no quería tampoco para mí. El orgullo que se esfuma, la resignación que llama a la puerta.
Pero sigo leyendo, y quizá unas palabras más adelante está la clave: siempre nos vendieron que para ser libres había que trabajar cuando eso no deja de ser otra manera de ponernos un dueño, un amo: el patrón, el jefe explotador al que no le basta con tu jornada laboral y exige disponibilidad horaria, compromiso, rapidez, proactividad. JA.
Nuestro mundo no está hecho a la medida de los niños, ni de los viejos, ni de quienes no disfrutan de buena salud.
No, no lo está. Porque las exigencias de la vida activa y autosuficiente no respetan los tiempos ni las necesidades de quienes no sé si vamos un paso por detrás, pero desde luego intentamos no exponernos a todas las balas del sistema. Porque sabemos que el sistema de producción capitalista tira a dar, tira a matar. Y vaya si da. Acierta en el pecho y tienes que taponar la herida con sábanas para no desangrarte en el intento de construirte una vida. Pero tiene que haber más caminos que esos que asesinan. Más redes y más apoyos fuera del circuito mercado-obrero-consumidor.
Y yo tengo que intentar aprender que hay más trabajos valiosos que aquellos por los que se recibe remuneración económica. Valorarlos en su justa medida y dejar de tener el "parásito, parásito" clavado entre ceja y ceja. Quizás manyana...
[La imagen que encabeza este post es de una escultura lectora que hay en un parque malaguenyo, donde estuve hace un par de anyos. No recuerdo su nombre ni su autor... si alguien lo conoce y me puede dar la información para anyadirla al post, estaría genial :) ]
ACTUALIZACIÓN 11/09/2014
Gracias a un comentario de mi companyera de Blogspot, Shere Tur Tur, ya puedo anyadir que la escultura es un Minotauro del artista alemán afincado en Málaga, Stefan Von Reistwiz y se encuentra, junto a muchas de sus obras, en el Parque del Oeste. Más información en El jardín de las esculturas. ¡Gracias, Shere!
[La imagen que encabeza este post es de una escultura lectora que hay en un parque malaguenyo, donde estuve hace un par de anyos. No recuerdo su nombre ni su autor... si alguien lo conoce y me puede dar la información para anyadirla al post, estaría genial :) ]
ACTUALIZACIÓN 11/09/2014
Gracias a un comentario de mi companyera de Blogspot, Shere Tur Tur, ya puedo anyadir que la escultura es un Minotauro del artista alemán afincado en Málaga, Stefan Von Reistwiz y se encuentra, junto a muchas de sus obras, en el Parque del Oeste. Más información en El jardín de las esculturas. ¡Gracias, Shere!
Lo ideal sería trabajar para uno mismo, pero ni eso compensa hoy en día. Los autónomos se encuentran con un montón de obstáculos y con que tienen que producir mucho más de lo que pueden para que las sanguijuelas no los dejen secos.
ResponderEliminarMe encanta seguir leyéndote. ¿Alguna vez te has planteado escribir? ¿Animarte a intentar publicar algo?
Un abrazo, Gacela.
San Google dice que la escultura es un minotauro de Stefan von Reiswitz. Aquí te dejo alguna info:
ResponderEliminarEl jardín de las esculturas
Stefan von Reiswitz, pintor y escultor
Mil gracias, Shere (y cuánto tiempo!! :-)
ResponderEliminarActualizo el post con la info.