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domingo, noviembre 30, 2014

Informe meteorológico

A veces soy como el cielo, me nublo sin razón aparente, primero en blanco, luego en grises y finalmente en casi negro, y ni el sol puede asomarse a través de mis pensamientos oscuros-oscuros, ni las llamadas de mi gente consiguen hacerme salir de casa, porque sé que en cualquier momento puedo descargarme en lluvia torrencial que mis ojos no pueden contener. Y para qué vamos a quitarnos el pijama si estoy tan gris por dentro, y para qué intentar ilusionarme con nada si estoy tan nublada y rota, y para qué salir de debajo del edredón si el frío que tengo no entiende de mantas ni radiadores.

El miedo es que ese a veces no sea de cuando en cuando sino que se instale y compartamos dirección postal. El miedo es que el chaparrón no pase y las alcantarillas no sean suficiente y acaben las calles anegadas, la ropa nunca seque y todos mis zapatos calen. El miedo, digo, es que la ilusión sea algo permanentemente ajeno, y no consiga sentir propio ningún proyecto, y me aleje de todo y de todos para encerrarme bajo siete llaves. El miedo es ver cómo los únicos pasos que doy son en esa dirección y casi sería mejor quedarse quieta, paralizada, como si la Medusa me hubiera mirado fijamente y mis ojos se hubieran cruzado demasiado tiempo con los suyos, y ¡zas!, mi cuerpo se hubiera petrificado para siempre.

Así que me quedo en casa y oigo primero un pling-pling contra el cristal, las primeras gotas que poco a poco van transformándose en una lluvia constante, y me doy cuenta de que he olvidado cerrar las ventanas y el agua está entrando en el salón, en el dormitorio, en el baño; y al poco me doy cuenta de que yo misma acompaño a la lluvia, yo lluevo también, y las nubes negras están dentro y fuera de mi casa, dentro y fuera de mi cabeza, y la tormenta no cesa, y los truenos hacen que los gatos maúllen atemorizados y corran a esconderse bajo la cama... pero yo no quepo en su escondite y sólo me queda esperar a que, tal vez mañana o al otro o cuando cambie la estación, la lluvia cese fuera. Y esperar que entonces, también cese de derramarme por dentro, de sentirme sola aun contigo al lado, perdida aun con todos los mapas al alcance de la mano, rota en mil pedazos que no encajan ni siguiendo al pie de la letra el manual de instrucciones.

Me escondo en el sofá, bajo el edredón, en pijama. Sigo lloviendo, baja la temperatura, soy granizo que hace que las cosechas se pierdan. Dejo de escribir.

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