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miércoles, diciembre 14, 2016

Memoria frágil

A pesar de que siempre he dicho que muchas veces soy una auténtica máquina de echar de menos, y que defiendo casi siempre el recuerdo frente al olvido, y que mil veces he decidido activamente favorecer ese recuerdo, aunque doliera, frente a un olvido supuestamente sanador (especialmente en cuanto a recordar antiguos vínculos y afectos se refiere), reconozco que mi memoria es frágil, más frágil de lo que me gustaría. Y la mucha medicación que he tomado en mi vida, parte de la cual aún sigo tomando, no ha ayudado precisamente a fortalecerla sino todo lo contrario (hay estudios sobre los negativos efectos de ciertas medicaciones psiquiátricas a largo plazo).

Hoy me doy cuenta de que pierdo mi pasado, y con él me pierdo yo también un poco. A veces un pasado cercano, y no parecen olvidos dañinos (es un no recordar casi nunca con quién hice tal o cual cosa, quiénes estábamos el día que pasó X, que sean siempre otros amigos los que recuerden anécdotas que vivimos juntos y que a veces oír esas anécdotas me resulte ajeno, como si las leyera en una novela en vez de haberlas vivido yo también a su lado). Curiosamente, creo que la gente que me conoce no tiene esa percepción de mí y no creen que sea especialmente olvidadiza, incluso a veces me tienen por alguien con buena memoria, pero parte de esa visión se debe a que algo que sí soy es relativamente bien organizada. Y a que escribo.

La agente de esa asamblea de barrio con la que soñamos cambiar un poquito el mundo, después de aquel domingo que se quedó para siempre unos años con nosotros, siempre alababa mi buena memoria, que no creo que fuera tal. Simplemente, tanto en las reuniones de nuestra Comisión como en las asambleas colectivas, yo tenía por costumbre escribir, llevar siempre un cuaderno (que guardo) y tomar notas, hiciera o no hiciera yo el acta. Y lo que escribo sí me resulta mucho más fácil guardarlo en mi memoria, lo que escribo no se pierde entre los cajones de mi cabecita loca (esos que abre y cierra desesperada la Neurona Jefa, pensando dónde habrá puesto tal papel con una idea, en una imagen que tantas veces me hace reír cuando la comenta mi madre de su propia cabeza). 

Hace años escribía mucho sobre mi vida, mis emociones, mis pensamientos, mis lecturas o mis sentimientos. Los primeros años del blog era mucho más prolífica que ahora, que como mucho me propongo un post mensual y muchas veces no llego a cumplir ese mínimo. Antes había varios posts semanales, aunque claro, también los necesitaba más, me encontraba mucho peor de ánimo y escribir era un desahogo y una manera de dejar las ideas quietas en algún sitio, en vez de dando vueltas en mi cabeza, robándome el aire. También estaba más sola, tenía pocas personas con las que compartir esas ideas y angustias cotidianas y me volcaba más aquí o en foros. Pero lo bueno de eso es que escribí mucho y ahora tengo muchos recuerdos de mi Yo de entonces, y a veces me releo y me siento cerca.

Ahora escribo mucho menos y también mi memoria es más frágil. Y me da la sensación de que lo que no escribo se pierde, se me pierde, me pierdo yo también en parte. Que si no lo plasmo y no lo guardo, aquí o en un diario, o en una foto, o en algún sitio tangible, se me va, porque mi memoria no es capaz de retenerlo. Tantos libros leídos que ahora apenas sé de qué trataban, o películas vistas que tres cuartos de lo mismo, o momentos compartidos con gente querida que se me escapan de entre los dedos.

Y todo eso me da ganas de escribir, igual que siempre que voy de viaje hago fotos y compro postales de las ciudades por las que paso, porque sin ellas me da la sensación de que en un tiempo, aunque sea años después, el viaje se me habrá borrado de la memoria y será como no haberlo hecho. 

Todo esto me da ganas de escribir y contar, aunque como dice Bereni-C en el post que ha originado este otro, haya recuerdos que son como lágrimas en la lluvia, que no se pueden contar, que no se pueden atrapar en palabras. Pero yo tengo que intentarlo, para que no se (me) pierdan.

En resumen, como comentaba en su post... que tengo que escribir más.

2 comentarios:

  1. Yo te sigo leyendo desde entonces y sí, echo de menos tus posts. Me alegro sin embargo de que no escribas porque ya no lo necesitas. Un abrazo.

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  2. Me encantó! Felicito a su autor.

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