Cuando no estás, ya sabes, siempre es una ardua tarea la de rellenar el tiempo. Y la de no saltarme las comidas. Y la de seguir socializando en vez de hacerme una bolita bajo el edredón. Y la de ir a trabajar cada manyana.
Cuando no estás, ya lo sabes, ya lo sabéis también vosotros, me hago (un poco más) chiquita, y arrastro un poco los pasos, las sonrisas, y aunque intento mantenerme a flote entre libros de Scott Westerfeld (nuevamente de la sección de juvenil, lo de mi vuelta a la adolescencia no tiene remedio, me temo) y Terry Pratchett, y series con Ted Mosbys, Barney Stinsons y Sheldon Coopers, y aunque intento responder a la gente que sigo teniendo cerca y que me cuida, y aunque intento cuidarme yo también, hay noches que me pillan desprevenida, o fines de semana que me arrastran, o semanas enteras que me aplastan bajo su peso.
Y no es que tú seas un súperheroe que lo aleje todo siempre; sabes que muchas veces, incluso cuando estás a mi lado, las lágrimas me pueden, o la cabeza se me rebela, o el trabajo se me hace una montanya por la que apenas puedo trepar. Pero cuando además estás lejos... mis piernas renquean y tropiezo con todo, incluso -sobre todo- conmigo misma: pies trabados y caída segura.
Cuando no estás el mundo es un lugar más frío, más hostil, más lejano. Apenas hace una semana que estás fuera y ya estoy cansada de pelearme las manyanas. Queda más de un mes para que regreses y ya tengo en contra a los relojes de arena que hacen que el tiempo fluya lento, len-to, l-e-n-t-o.
Pero, como siempre, no hay más opción que intentar mantener la cabeza rebelde en su sitio y los pensamientos danyinos fuera de casa, aunque haya que echar el cerrojo y darle siete vueltas a la llave para que no se cuelen dentro. Porque aunque a veces, siempre demasiadas, no parezcamos tener más fuerzas, suele quedar un rinconcito dentro donde sorprendentemente quedan más. Las suficientes para avanzar otro paso, esperar otra semana y después otra más hasta que me despierte y hayan pasado las seis.
Sólo tengo que buscar las fuerzas. Y sé que las guardé en algún sitio, por aquí o allá... tienen que estar en alguna parte. Dentro, seguramente.
Cuando no estás, ya lo sabes, ya lo sabéis también vosotros, me hago (un poco más) chiquita, y arrastro un poco los pasos, las sonrisas, y aunque intento mantenerme a flote entre libros de Scott Westerfeld (nuevamente de la sección de juvenil, lo de mi vuelta a la adolescencia no tiene remedio, me temo) y Terry Pratchett, y series con Ted Mosbys, Barney Stinsons y Sheldon Coopers, y aunque intento responder a la gente que sigo teniendo cerca y que me cuida, y aunque intento cuidarme yo también, hay noches que me pillan desprevenida, o fines de semana que me arrastran, o semanas enteras que me aplastan bajo su peso.
Y no es que tú seas un súperheroe que lo aleje todo siempre; sabes que muchas veces, incluso cuando estás a mi lado, las lágrimas me pueden, o la cabeza se me rebela, o el trabajo se me hace una montanya por la que apenas puedo trepar. Pero cuando además estás lejos... mis piernas renquean y tropiezo con todo, incluso -sobre todo- conmigo misma: pies trabados y caída segura.
Cuando no estás el mundo es un lugar más frío, más hostil, más lejano. Apenas hace una semana que estás fuera y ya estoy cansada de pelearme las manyanas. Queda más de un mes para que regreses y ya tengo en contra a los relojes de arena que hacen que el tiempo fluya lento, len-to, l-e-n-t-o.
Pero, como siempre, no hay más opción que intentar mantener la cabeza rebelde en su sitio y los pensamientos danyinos fuera de casa, aunque haya que echar el cerrojo y darle siete vueltas a la llave para que no se cuelen dentro. Porque aunque a veces, siempre demasiadas, no parezcamos tener más fuerzas, suele quedar un rinconcito dentro donde sorprendentemente quedan más. Las suficientes para avanzar otro paso, esperar otra semana y después otra más hasta que me despierte y hayan pasado las seis.
Sólo tengo que buscar las fuerzas. Y sé que las guardé en algún sitio, por aquí o allá... tienen que estar en alguna parte. Dentro, seguramente.
Debes mantenerte por él. Siempre está ahí tirándote la cuerda para no dejarte en la caída, por tanto, se merece que luches cada mañana, cada noche. Ánimo y besos.
ResponderEliminarCuando dejes de ser adolescente puedes volver a ser niña, en aquel maravillosa y mágica época en la que TODO era posible.
ResponderEliminarLas ausencias son duras, pero tienes razón cuando dices que las fuerzas las has guardado dentro.
Este blog es un reflejo de tu inmensa fuerza, una leve luz del universo increible que llevas dentro, lo que has querido compartir, y como eso nos ha hecho crecer a todos un poco, tal vez es hora de que todo esto, te haga creer en ti un poco...lee alguna entrada del pasado, los comentarios de la gente, las emiciones que suscitas, lo que has superado.
Eres grande, tira con el edredón y vive cultivando tu jardín interno hasta que él regrese, así podrás recibirlo con algo bello.
Mucha energía positiva y una sonrisa.
Cuando no está, es un buen momento para demostrarte a ti misma que tú sola también puedes. Quién es más fuerte ¿el que nunca cae? ¿o el que se levanta después de cada traspiés?
ResponderEliminarUn beso gigante, una sonrisa enorme. Cuídate. Quiérete.
Pues ya tienes la razón para levantarte de nuevo. Y si te caes, te levantas por él y si no puedes ponerte en pie, te pones al menos de rodillas pero nunca pierdas las ganas de luchar.
ResponderEliminarÁnimo!
Siempre quedan fuerzas cuando queremos y nos quieren.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Has visto Going Postal?
ResponderEliminarLa descubrí hace poco y me lo pasé pipa, ideal para visionados con edredón.
ñ_ñ
Perfecto, no sabes lo que te entiendo... Todas las veces que cierras los ojos con fuerza y te propones imaginar que esta a tu lado, que cuando los abras te sonreirá. Aveces hasta incluso te lo crees tu misma.
ResponderEliminarLo único que puedo decir es que en estos casos, se suele tener apoyandote al destino y que... tarde o temprano abrirás los ojos de golpe y estará de verdad a tu lado.
Un beso... les veremos pronto.
Sí que están, tus fuerzas, Gacela. Has escrito posts muy firmes, donde se ve que tienes la fuerza necesaria para sobrellevar las ausencias y mucho más. Y ¿sabes qué es lo mejor? que conoces tus puntos débiles. Quizás creas que eso te hace más vulnerable, pero no. Todo lo contrario.
ResponderEliminarÁnimo y fuerza, que la tienes. Es mucho peor creerse fuerte y sentir sin embargo cómo las pequeñas desaveniencias nos derrumban cada día un poco más.....
Ese rompecabezas en constante evolución no puede venirse abajo ahora...
Besos
LastChild
Suso... ¡volver a ser niña! maravilloso... cuánto tenemos que aprender de los niños...
ResponderEliminarLastChild
Mentiria si dijera que no me gusto mucho este escrito. Incluso me vi obligado a compartirlo con mi enamorada, de quién tengo la dicha de estar acompañado.
ResponderEliminarEse sentimiento de impotencia que nos consume cuando nos pensamos solos. Continua la desdicha hasta que volvemos a respirar los aires de la fuerza y regresamos a ver que el día y el mundo tienen nuevas oportunidades en cada momento que pasa.
Espero seguir viendo escritos tan interesantes y profundos como los que he visto hasta ahora...