Hoy pienso en dos personas cercanas a las que ando estos días extranyando. Una de ellas desde hace bien poquito, ya que se marchó al otro lado del mar la semana pasada. Lo bueno, que va a volver -si no quiere que enviemos un comando a secuestrarle-, lo malo, que pasará al menos un anyo hasta que lo haga. Y en fin, quizá no es una despedida sine die como otras vividas en el pasado, y además ni siquiera este anyo la falta de contacto será total, que está Internet y sé que el vínculo no va a perderse... pero no evito ya echarle de menos, pensar en él si sale su nueva ciudad en la televisión, sonreír cuando pienso en un juego de palabras que hace las veces de chiste malo... en fin, le tengo presente. Y pienso que al menos él sabe eso, que estamos aquí, lo cerca que podemos en la distancia, y que seguiremos aquí cerca cuando vuelva, porque nos seguirá haciendo falta su fuerza y su sonrisa para esos mundos nuevos que esperamos construir juntos.
La otra persona tiene una historia distinta. No hubo despedida porque no sabíamos la última vez que nos vimos que pasaría tanto tiempo hasta que nos reencontráramos. Nos dijimos un adiós casual, y luego las circunstancias, otros adioses, otras rupturas, hicieron que fuera difícil encontrar el camino de vuelta, que los hilos se enredasen en ovillos y que el vínculo que nos unía, que era nuestro, de nosotras, independiente de otros vínculos que hubieran podido quedar danyados, porque nosotras en el tiempo desde que nos conocimos también habíamos tejido nuestros propios lazos... este vínculo quedó también en suspenso. Había heridas que lamer hasta que cicatrizaran, piezas que recolocar en su nuevo lugar, construcciones de Lego que recomenzar... aunque no fuera necesario partir de cero, porque piezas antiguas queríamos seguir estando cerca. Pero había también tiempos que respetar, porque cuando uno necesita reencontrarse y reconstruirse después de un golpe, quienes le aprecian deben esperar el momento en que esa persona esté preparada para reencuentros que pueden removerle por dentro.
Simplemente quise que supiera que seguía cerca, que cuando quisiera bastaría con que extendiera sus manos y me encontraría al otro lado. Y, desde mi echar de menos, esperé unas semanas que se convirtieron en unos meses... que confío en que acaben pronto, hoy que ella está más fuerte y vuelve a querer acercarse, enfrentando miedos, valiente como sé que es.
Y quizás veo que yo también echo de menos... mejor. Echo de menos recordando buenos momentos, echo de menos casi sonriente confiando en que las ausencias tendrán un fin. Echo de menos, sí, pero aprendo a llenar los vacíos mientras espero que sean sólo temporales. Echo de menos sin romperme en dos, manteniendo vivo el vínculo y construyendo puntos de encuentro. Porque yo también me transformo, evoluciono... crezco. Aunque sea echando de menos.
La vida es una caminito que a veces hacemos acompañados. Las personas que nos acompañan pueden hacerlo por trechos más o menos largos y a veces igual que se van, vuelven.
ResponderEliminarPara que las distancias se acorten está claro que debe haber voluntad, asi que paciencia con ese año y con esa amiga que necesita lamer heridas.
Un beso
canción por canción ;-)
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=IjajhYRPB-k