Ayer supimos que José Luis Sampedro nos había dejado, y yo no pude evitar sentirme un poquito más sola, un poquito más triste. Desde ayer he leído distintos artículos sobre él, alguna entrevista y textos de personas que sin duda le conocían mucho mejor que yo. Escuché también a su mujer, Olga Lucas, decir en la televisión que él no habría querido que le lloráramos sino que continuáramos la lucha. Y estuve recordando un encuentro que tuvimos con él en nuestra Asamblea del barrio, esa en la que los sábados nos esforzamos por construir mundos nuevos, y en la que tuvimos la suerte de disfrutar de su presencia una manyana de octubre de 2011, y escucharles (a él y a Olga) hablar de su libro conjunto "Cuarteto para un solista", y compartir con nosotros sus pensamientos, su energía -insólita a su edad-, su fuerza y su vitalidad.
Vitalidad. El deber de disfrutar de la vida, toda una ensenyanza.
Cuando leí por primera vez "La vieja sirena", uno de mis libros favoritos, mi capacidad de disfrutar de la vida estaba muy menguada. Fue una etapa oscura, negra, con la idea de la muerte siempre demasiado presente, revoloteando por encima de mí, acechante. Y entonces leí esta historia y me recuerdo subrayando párrafos, anotando en los márgenes, sintiendo a través de Glauka, Ahram, Krito...
¿Cómo vivir con un vacío tan tremendo? Tanto desasosiego y no derrumbarme, vivir sin estar ardiendo no es vivir, (...) y dentro yo estoy fría, ¿o no lo estoy?, ¿por qué seguimos adelante sin estar vivos?
De la mano de la sirena, me encontré con ese otro punto de vista, ese que defiende la necesidad de vivir ardiendo, sintiendo, sufriendo también en ocasiones pero sintiéndonos vivos, o Vivos con mayúsculas. Aprender eso que también leía en otro párrafo: "...qué descansada muerte, después de haber vivido". Y quizás con ese libro se instaló en mí una semilla que hoy sigo regando, la que me lleva a intentar encontrar mi hueco en mis montanyas rusas, la que me hace disfrutar de los buenos momentos y seguir contagiándome de la vitalidad que me rodea.
Luego llegarían otros libros, y anyos después, tras ese domingo que aún dura, el 15M, sentirle companyero también en nuestra lucha por construir mundos nuevos. El emocionante día que vino a la plaza con nosotros, en el barrio que compartíamos, nos empapamos de sus palabras, de su humildad, de su cercanía y una vez más, de su vitalidad. Y hoy que él ya no está, no puedo evitar recordarlo con una sonrisa melancólica, a la vez que sé que personas como Sampedro no mueren nunca.
Él nos dijo aquella manyana que estábamos contribuyendo a alegrarle su vejez, sus últimos días. Me reconforta haber podido devolverle así una pequenya parte de lo que nos dio. Y nos quedan sus libros, sus ensayos donde seguir encontrándole, y aprendiendo de él. Quizá nos hayamos quedado un poquito más tristes sin él, pero la tristeza es también parte de esa vida que él contribuyó a que yo empezara a apreciar.
Y por si queréis disfrutar un poco de aquel encuentro que tuvimos con el viejo maestro en la plaza, comparto con vosotros el post que han hecho desde la Asamblea de Chamberí con los videos de su intervención en la plaza. Encontrad media hora para empaparos como lo hicimos nosotros... ¡y disfrutad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario