Pesadilla
Amasijo informe de huesos y carne. Una puerta que no tiene pestillo y cualquiera puede abrir. Mi casa, mi cuarto, después de tanto tiempo soñando con casas antiguas y vivencias lejanas. Una ventana abierta. Desesperación, desesperación, desesperación. Un cuerpo que cae,
cae,
c
a
e
se desploma sin un grito. La desesperación es muda. Un patio que no es mi patio, una corrala en la que los vecinos se asoman a las ventanas para ver caer el peso muerto. No. No está muerto. Amasijo informe de huesos y carne, en el patio. Sangre. ¿Muerte? No. Ni siquiera después del exceso de valor, ni siquiera ahora la desesperación, muda y angustiosa, va a llegar a su fin. Entre la sangre y los huesos rotos, respiración. Ayuda. "Ayuda", pido en silencio, sin encontrar mi voz entre el amasijo informe de huesos y carne. Viene una niña agarrada a su muñeca. "No te acerques, es sólo basura". Basura que ensucia el patio, basura que enoja, enfada, hace fluir la rabia y concentrarse toda en ese bulto en el suelo del patio. Basura que intenta arrastrarse por el suelo, dejando tras de sí un reguero de sangre.
Despierto con la desesperación latiendo fuerte dentro y un sabor a sangre en mi boca. Otra pesadilla, sólo ha sido eso. Sueño vívido, claro, intenso, que no me abandona al despertar, y que vendrá a acunarme las siguientes noches.
Por eso lo cuento, para sacarlo de mi cabeza. Por eso lo escribo, para que las letras queden quietas en la pantalla y no me persigan, también, esta noche.
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