Hasta no hace demasiados años, las mujeres con trastornos mentales crónicos, como ese con el que yo convivo, y no sólo ellas (también me acuerdo ahora de mujeres con discapacidades intelectuales, por ejemplo), eran sistemáticamente esterilizadas: expresión máxima de que si ellas, en algún momento de su adultez trastornada, sentían el deseo de ser madres, había que acabar con ese deseo de raíz. Las mujeres con trastornos mentales crónicos no podían, no debían ser madres. “No eres tú, loca, es por el bien del niño”. Sin que estuvieran demostradas las causas genéticas de sus enfermedades, se les asustaba con la hipotética futura enfermedad que estarían transmitiendo a sus hijos; se procuraba quitarles esas ideas de la cabeza, ¿una madre trastornada? Eso sólo podía acabar en desastre.
Estas últimas semanas estoy leyendo el libro “Maternidades subversivas”, de María Llopis, realizado gracias a un crowdfunding en el que no llegué a participar pero que desde un principio me atrajo y que, ahora que finalmente la Editorial Txalaparta lo ha editado, me compré sin pensarlo dos veces. Este libro recoge entrevistas a madres que se han liberado, en algunos casos apartándose de un sistema médico que no tiene demasiado en cuenta el sentir de las madres durante el embarazo o sus partos, un sistema médico que en demasiadas ocasiones recurre a prácticas invasivas sin tener en cuenta las opiniones de las protagonistas, las madres, a las que desempoderan y pretenden sumisas frente a ese sistema médico. Así, cuenta historias de partos en casa, partos sin dolor, entre otras entrevistas que también hablan de crianza queer, de crianza compartida más allá de las fronteras de las relaciones monógamas tradicionales, de madres o padres trans, de niños y niñas de género fluido… Un libro que me ha parecido muy interesante, aunque en ocasiones lo haya sentido lejano, experiencias sobre las que leo pero que no he visto nunca en mi entorno más cercano (pero eso mismo lo hacía aún más interesante).
Sin embargo, en una de esas entrevistas, encuentro un párrafo que me entristece, porque creo que contribuye a la estigmatización de las mujeres con problemas de salud mental, especialmente de las que se plantean ser madres, aun teniendo esos problemas. Traigo aquí ese párrafo:
Del La Grace Volcano: Mi padrastro tiene demencia. Mi madre era bipolar. Ella era increíblemente hermosa, carismática, interesante… y una madre terrible. Tenía lo suficiente para comer, pero físicamente abusaron de mí desde el momento en que cumplí alrededor de los doce años. Ella podía estar muy bien, entonces daba un giro y te odiaba con pasión. También me pegaba. Y yo desaparecía.
María Llopis: Mi mamá era esquizofrénica y sé de lo que estás hablando: encantadora, dulce, mágica… y de repente las cosas cambiaban.
Del La Grace Volcano: Sí, nunca sabías cuándo iba a venir.
Primero, encontramos ese describir a las madres con su trastorno: “mi madre era bipolar / mi mamá era esquizofrénica”, no lo que yo vería más correcto: mi madre tenía un trastorno bipolar o tenía esquizofrenia, porque con su redacción parecen resumir toda la esencia de sus madres con una palabra: su diagnóstico (y nadie es sólo un diagnóstico, nadie se define por su enfermedad).
Y me sorprendió encontrarme esa manera de hablar de la enfermedad mental en el libro, más cuando muchas otras veces cuestiona el sistema médico y sus posicionamientos cuando estos desempoderan a las mujeres. ¿Qué hay más desempoderante que decirle a una mujer que por tener un problema de salud mental es mejor que renuncie por completo a su deseo de ser madre? ¿Qué sólo por su trastorno va a ser “una madre terrible”, como define el entrevistado a la suya, relacionándolo directamente con su bipolaridad? ¿Son las mujeres con trastorno bipolar más tendentes a ser abusadoras de sus hijos? Las estadísticas nos dicen que las personas con trastornos de salud mental son muchas más veces víctimas de violencia que ejecutoras de la misma, pero aun así encontramos la misma idea que en el párrafo que he citado del libro, en los medios de comunicación, en los profesionales de la salud, hasta a veces en nuestros familiares y amigos. Estigma, que convertimos en autoestigma a fuerza de encontrarnos con él allá donde miramos.
Me habría encantado encontrarme, más aún en un libro titulado “Maternidades subversivas”, con una entrevista a una madre, quizá con trastorno bipolar, quizá con esquizofrenia, quizá, como yo, con trastorno límite de la personalidad. Con un diagnóstico de una enfermedad mental grave y que, aun así, hubiera elegido ser madre, y que lo hubiera conseguido y ahora viviera una maternidad con problemas cotidianos, como cualquier otra, pero con satisfacciones y viviéndola de forma positiva para ella y el o la pequeña. ¿Qué hay más subversivo que pasar por encima de un diagnóstico que desempodera y estigmatiza?, ¿de un psiquiatra que probablemente contribuya a ese desempoderamiento aun sin querer (“si no eres capaz de cuidar de ti, ¿cómo vas a cuidar de un bebé? ¡No seas irresponsable!”)?, ¿qué maternidad más subversiva que la de la mujer que hace caso a su instinto y se plantea el inmenso reto de ser madre a pesar de sus problemas de salud mental, contando con un entorno afín en el que apoyarse si hace falta, y pasando hasta por el hecho de dejar la medicación en un embarazo bajo seguimiento, pero sin echarse atrás sólo porque el autoestigma la ha minado y ya ella cree, también, que no podrá nunca ser buena madre? ¿No es el estigma y el autoestigma (que por desgracia alimenta también este libro, seguro que sin ninguna mala intención) la manera actual de esterilizar a las mujeres con problemas de salud mental?
Yo tengo un trastorno límite de personalidad, tengo 35 años y quiero ser buena madre. Y me encantaría encontrar referentes a mi alrededor, referentes positivos, como aquellos que sí recogía el desestigmatizante y esperanzador artículo de Anita Botwin, desde su rincón en el blog “De retrones y hombres”, de Eldiario.es, en su artículo “Maternidades de segunda”.
Como ella, me pregunto si seré capaz. Si será la mía una maternidad subversiva, más allá de estigmas y autoestigmas. Aún no tengo respuesta.
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