domingo, noviembre 27, 2016

Desconectada del cuerpo

No tengo (ya) una relación hostil con mi cuerpo, pero tampoco puedo decir que tenga una relación cordial. Lo que mejor puede definir nuestra relación es que me siento bastante desconectada de él, me cuesta escucharlo, saber qué necesita. Me cuesta a veces reconocer necesidades básicas como el hambre, especialmente si estoy tristona (cuando mi chico se va de viaje unas cuantas semanas, se me desorganizan muchísimo los horarios y si no me fuerzo a comer, no me doy cuenta de que tengo hambre, o directamente no reconozco la sensación). Otras etapas (en esto he mejorado muchísimo desde la mudanza de hace ya unos cuantos meses) he tenido verdaderos problemas con el tema de la higiene y el resto de autocuidados, y aunque pudiera llevar muchos días sin ducharme, por ejemplo, muchos más de los que me siento cómoda de admitir en público... no me sentía incómoda en un cuerpo que realmente estaba sucio, ni me sentía más a gusto tras lavarlo. También a veces he tenido fuertes contracturas en la espalda y no he sido consciente de ello hasta que alguien me lo ha dicho, o ha asociado mis dolores de cabeza con esas cervicales hechas un guiñapo. 

Normalmente, y aunque mi mente también me juega a ratos malas pasadas, me siento mucho más identificada con mi Yo mental que mi Yo corporal. Muchas veces he pensado y sentido que mi cuerpo no es capaz de contenerme, que es un recipiente en el que estoy encerrada pero que me falla, que me queda chico para todo lo que tengo que guardar dentro. Cuando la ansiedad me desbordaba y necesitaba el recurso de las autolesiones, sentía esa falta de contención muy imperiosamente, sentía que, al sangrar, esa parte de mí que no cabía en este cuerpo opresivo encontraba un camino para salir fuera. Como si hubiera demasiado Yo aquí dentro.

Tampoco he sido nunca buena, esto desde pequeña, en ninguna actividad deportiva. Hace poco, encontraba lo siguiente en el libro que estoy leyendo, "10 ingobernables", de June Fernández, que recoge unas citas de Matilde Fontecha, profesora de Educación Física y su Didáctica en la Universidad del País Vasco, sobre la relación entre deporte, mujer, feminismo. Dice:

"El deporte aporta libertad de movimiento corporal, estimula el abandono del espacio privado doméstico y facilita las relaciones personales y sociales. En definitiva, empodera a las mujeres. (...) Las mujeres practican menos deporte que los hombres porque la actividad física está relacionada con dos antiguas prohibiciones sobre sus cuerpos: la libertad de movimiento y el derecho al placer. (...) Una mujer que desarrolla las capacidades del movimiento -la coordinación, la orientación espacio-temporal, el equilibrio, la estructuración del esquema corporal, el conocimiento y control del propio cuerpo, la fuerza y resistencia musculares, la resistencia cardiorrespiratoria, la velocidad, la flexibilidad y la agilidad- es una persona más competente para cualquier situación vital".

Siempre, y eso continúa hoy, me he sentido torpe con mi cuerpo, con poca resistencia física, me canso enseguida, no me siento a gusto haciendo actividades físicas. Y creo que todo tiene un poco que ver con esa desconexión que siento hacia mi propio cuerpo, que me lleva también a no estar en forma pero no hacer nada para cambiarlo.

En otro libro que leí hace poco y que ya he traído por el blog, "De pronto, mi cuerpo. Una memoria", de Eve Ensler, la autora cuenta cómo ella, para superar una historia de abusos sexuales en la infancia, se desconectó de su cuerpo y las necesidades de éste, se volcó en otras mujeres (muchas de las cuales también habían sufrido violencia sexual y maltratos) y pasó de puntillas sobre su propia historia. Tiempo después cayó enferma y siguió sin hacer caso de las múltiples señales de que algo no iba bien dentro de ella, se negó a ir al médico (o casi ni siquiera se negó, era que no veía motivo a pesar de muchísimos síntomas que prácticamente a cualquiera le hubieran alarmado) y para cuando acudió ya tenía un tumor en estadio avanzadísimo y extendido por multitud de órganos internos. Entonces, ya sí, tuvo que pararse, escuchar y atender a su cuerpo. Tuvo que ser operada y tuvo que ser paciente y esperar una lenta recuperación, como digo, escuchando y atendiendo ese cuerpo que no había sido oportunamente escuchado y atendido antes. 

El título original del libro es "In the body of the world: a memoir". El título en castellano añade ese matiz de darse cuenta de forma repentina de que tienes un cuerpo del que también tienes que estar pendiente, que también merece tus cuidados. Esto le pasó a la autora y lo entendí perfectamente... Aun sin tener ni mucho menos su crudo historial de abusos sexuales, sí siento que he vivido esa desconexión, ese no escuchar, no interesarme mucho por mi caparazón.

De un tiempo a esta parte, como decía más arriba, estoy mejorando tanto en temas de higiene como otros temas de autocuidados. Quizá en un futuro pueda también sentirme más conectada con un cuerpo y vivirlo más integrado con mi mente. Supongo que eso me ayudaría también a ser más consciente y quizá controlar mejor esa respiración que se me sigue atragantando cuando la ansiedad, los pensamientos y las voces se me disparan. Quizá incluso en un tiempo futuro aún sin definir, pueda acompañar a algunos de mis amigos a sus clases de yoga y no sólo apuntarme a tomar algo con ellos cuando salen... pero no todavía. Mañana. O pasado.

3 Susurros:

At 27 noviembre, 2016 12:40, Anonymous Anónimo escribió...

Mañana es lunes precisamente 😁

 
At 28 noviembre, 2016 00:15, Anonymous Compiyogui escribió...

Quién no va a yoga no toma cañas... :-D

 
At 13 diciembre, 2016 20:26, Blogger Desde mi caleidoscopio. escribió...

http://queseescondetraslosespejos.blogspot.com.es/?m=0
Soy lia...hace tiempo nos leiamos y acompañabamos en este devenir de como sentimos la vida...me complace reencontrarte e invitarte a seguir hacienfolo.
Besos.

 

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