Páginas

martes, agosto 09, 2022

Tarde, tarde... (VIII): deseando últimos veranos

Un año atrás el infierno venía arrasándome toda. Un año después, seguimos aquí igual que sigue el infierno. Sin tener muy claro para qué y deseando también que este sí sea ese último verano, última estación, que empecé a desear demasiados años atrás. Cómo puedes decir eso, ya, ya me sé esa pregunta. Cómo podemos haber hecho un mundo en el que sintamos esto. Cómo no arde todo porque sintamos esto.

Estas fueron esas palabras escritas un año atrás y que entonces no encontraron sitio en este blog, al que llegan hoy, tarde-tarde. 

Por favor: que este sea el último primer verano extra plus más grande y más verano que nunca. 

Este año, con doble ración de sonrisas que llamas a la boca sin que acaben de salir; y con las frases que te pudieron servir antes, descubiertas en esta crisis más huecas que nunca: sigue adelante, continúa, espera, esto pasará, date tiempo, las decisiones puedes posponerlas, otro día más sí podrías, ve poco a poco, no mires a largo plazo, solo hoy, solo mañana, anota lo bueno, ¿ves como estás pudiendo? 

Mientras, el grito que me devora las entrañas desde hace tanto que ni recuerdo el motivo original (se sumaron después tantos tantos motivos...), ese grito me escala por dentro, siempre como mucho hasta la garganta, no más arriba, que no se escape, que no se escuche del todo (quién sabe qué pasaría si un día gritásemos todos nuestros gritos, compañeras... igual esa sí era la revolución con mayúsculas que sigue a la espera). 

Ahí arriba en la garganta se me atraganta el grito y la vida entera; allí abajo entre el estómago y los pulmones, los arañazos del propio grito se clavan y falta el aire, el apetito, la conciencia de quién soy y los automatismos que tantas personas sí consiguen interiorizar y les hace la vida más fácil. Respirar, levantarse, lavarse, nutrirse, caminar, socializar, moverse, detectar sed/hambre/calor/frío, cansarse, descansar, dormir. Qué ajena eres al mundo cuando nada de eso está automatizado. Qué ajeno me es el mundo. Pasan los años y vuelvo siempre SIEMPRE a esta frase sobre mi mundo ajeno... y no aprendo, o nunca lo suficiente.

Seguimos, vuelvo a escribir, lo escribo mucho, lo escribía antes también... pero siento que hace ya  bastante tiempo que el propio seguir adelante es hueco, sin qué ni pa' qué, que hubiera dicho alguien a quien quise.

Seguimos. Hoy hice un collage. Estuve despierta casi todo el día. Comí. Me mantuve viva. Seguimos.

(PD: Me harían bien recordatorios de por qué hacemos esto de intentar seguir. ¿Alguien de este barco conserva la fe en que esto no es ya naufragio directo? ¿Qué os ayuda a sentir eso?)

No hay comentarios:

Publicar un comentario