He estado varias semanas obligándome a posponer mis necesidades, mi duelo, mis ritos, mis gritos, porque otras urgencias entraron en tromba en nuestra cotidianidad y no dejaban espacio para nada más. No cabían las lágrimas ni el cansancio, dormir ni hacer gestiones que no fueran las que esta tromba demandaba.
He sido absurdamente funcional, he hecho llamadas, redactado y enviado correos, he conseguido que una necesidad mecánica que venía de la mano del torbellino quedase arreglada y en uso, he visto a algunas personas a las que no quería ver, he dormido en lugares que sumaban dolor a mi espalda, he sacado energía de donde no la había para hacer desplazamientos, socializar, estar en consultas médicas, pensar opciones. Y mientras, claro, intentaba que mi propio bullir interno ni se notara, no estuviera, qué bullir ni qué burbujeo yo no oigo nada señora.
Ahora hay unos días en que la urgencia que entró como un vendaval es menos urgente y solo promete tormenta más allá en el calendario. Yo me debato entre descansar y hacer NADA, entre retomar mi duelo y sus angustias y tránsitos por recorrer, o intentar anticiparme a septiembre para tener cosas hechas para cuando el calendario nos grite al oído.
Me debato, digo, como si la elección fuera mía. JA. Hoy soy un harapo que va del sofá a la cama y vuelta al sofá. Ayer, ayer salió el duelo taponado tan de golpe que lloré y lloré, y luego pude hacer este marcapáginas que iba a explicar en el post pero estoy tan desbordada que apenas llego.
Quería hacerme marcapáginas con flores que sequé de alguna de las coronas de mi madre tras su muerte. En el que he hecho, he puesto una de esas flores entre estrellas y una frase de Benedetti, de las que ella subrayó y anotó al inicio del libro que tengo yo en casa. La cara B es para hacérmelo menos intenso: por eso tiene un fantasmita agradable que también sería mi madre, una almohada para descansar todo lo que quiera ya a estas alturas y otras cosas amables para mí.
En fin. Tanteo con los pies este límite que conozco y sé que conlleva cierto riesgo. Por otro lado, descansar, morir sin más acrobacias para sobrevivir sino simplemente descansar, sería seguro más premio que riesgo. Pero de momento, por razones que nunca dejó de cuestionarme o por energías internas que me sorprenden entre aquella articulación y ese tendón, aún seguimos por aquí, bailando a ratos, doliéndonos muchos otros, entre urgencias y estrategias.
Un abrazo, lamento tu pérdida :-*
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