Tiempo de cojear
Como ya he dicho mil veces, si todas las vidas son cíclicas, la mía a veces lo es tanto que me desespero en ellos. Ahora, todo este mes, toca de nuevo la Espera. Toca de nuevo ser consciente de lo infinitamente dependiente que soy y lo mal que me manejo con la soledad, con el tiempo deslizándose entre mis dedos, conmigo misma deslizándome en el reloj de arena, como en la imagen, lento, lenta, cuando los minutos te torean y tienen ciento cincuenta segundos cada uno, y las horas se burlan de ti y te ensenyan en la cara sus cuatrocientos setenta y tres minutos, y los días se regodean con sus cuarenta y nueve horas. El tiempo pesa mientras tú te deslizas por el reloj de arena mucho más pausada de lo que querrías, sin acabar de caer. Y total para qué, si cuando caigas aún habrá que darle la vuelta al reloj unas cuantas veces más.
El tiempo, qué subjetivo, qué ambiguo. Otras veces has querido que pase lento y la rapidez a la que lo hacía te ponía nerviosa. Cuando estuviste en Asturias, cuatro días que habrías querido multiplicar por siete. Cuando tu ninyo de ojos sonrientes y brillantes te da un masaje en las piernas, apenas veinte minutos que querrías que duraran una hora entera. Cuando duermes y te levantas cansada todavía y querrías que el despertador no hubiera sonado, que la última hora se hubiera alargado y hubiera pasado lenta, lenta.
Y otras veces, el lado contrario. Cuando estuviste entre paredes blancas y mesas verdes, sola, el tiempo lento-lento, cada día sin acabar nunca, los minutos multiplicándose ellos solos para no pasar del todo. Y, sobre todo y por encima de todo, cuando tu Él no está, cuando tienes que afrontar tú sola una vida normalizada, incluyendo todos esos detalles que a ti te cuestan pequenyos mundos, desde levantarte hasta asearte, ir a trabajar, comer... y dormir sola en una cama claramente demasiado grande para ti, en la que te extiendes sin conciliar el suenyo, achacándolo al bochorno pero sabiendo que es porque tú sola estás coja, incompleta.
Así estás ahora, cojeando. Buscando dónde dejaste tus muletas para que de alguna manera puedas seguir andando estas semanas y no tengas que huir , hibernar entre paredes blancas y mesas verdes. Pero definitivamente coja, tullida, partida por la mitad. Y todavía hay quien piensa que eres fuerte, cuando sola no es que no seas fuerte, es que no llegas a Ser.
[La imagen que encabeza este post es Hourglass, de Jon Kuta. Puedes acceder a su web, donde reúne sus trabajos, haciendo click en su nombre.]
9 Susurros:
Supongo que serás muy joven porque cuando pasas de los 40 hasta los malos momentos pasan rápido.
Es en ese instante, justo después de levantarte un buen en el que ya no eres joven es cuando te arrepientes de haber contado tantas veces los minutos, esos que en ese momento vuelan.
El tiempo es inmanejable, la paciencia (más bien la falta de ella) tampoco ayuda mucho, no sé si habrás leído MOMO de Michel Ende, allí explican muy bien todo ese gran enigma que es el reloj de arena universal.
Escribes fino amiga, se te lee de un sorbo y es sumamente fácil retener lo que dices.
Es increíble como el tiempo nos controla, somos sus esclavos, estamos a su disposición... pero lo bueno es que muy pronto irás a su compás.
Un saludo.
Muy de acuerdo con Josecb; cuando dice que escribes fino, que se te lee de sorbo y que es sumamente fácil de retener lo que dices; en verdad, me gusta mucho como escribes; solo que deberías hacerlo mas, mucho mas; tengo no mucho de visitar tu blog y ya casi lo he leído todo.
Saluditos,
Bueno pasarán los malos ratos, aunque se hagan de rogar, pero al final el tiempo curará todo.
Animitos
Nosé si es coincidencia,pero en estos momentos- y desde hace varios meses- el tiempo aparece ante mi como un enemigo, que me a vencido y me tortura lentamente; viendo como se consume mi vida entre minutos muertos, entre horas y horas esperand que sucede algo y me rescate de esta prision que yo mismo cree.
Saludos..
La soledad es un proceso difícil que debemos saber llevar porque la vida nos proporciona estos momentos. Es importante adaptarse tanto a los buenos como a los malos momentos. Yo aún recuerdo aquellos momentos de adolescente frustrada y solitaria que ocuparon mi corazón durante bastante tiempo. Ahora agradezco a la vida que me hiciera cruzarme con mi chico porque con él he aprendido de los buenos y de los malos momentos.
La otra cara del Tiempo. O simplemente la otra cara. La nuestra. No somos más que nosotros, los que ponemos en marcha la maquinaria a nuestro antojo. Lo has descrito perfectamente.
Un beso.
Es la primera vez que entro en tu blog y me sentí bastante identificada. El tema de la edad me parece relativo, pues aunque no me ha tocado estar sola, igualmente me sentí "Sola". El tiempo pasa tenga la edad que tengas, la diferencia está en quién te acompaña. La carga de la toma de todas las desiciones y hacer sola aquello que antes compartíamos hace sí que pasemos malos momentos... Pero tambien se aprende, y ese día vas a sentir que ya no necesitas hacer equilibrio para caminar.
Mucha suerte.
Creo que es la primera vez que comento tu blog.
Hace un año que lo sigo y con cada entrada, descubro una particularidad tuya, tu "firma".
No tengo comentarios para esta entrada en particular, aunque sea esta la que comente.
Tienes mucho teimpo por delante, y no creo que el corto pasado que tengas detrás tuyo se prolongue en un futuro inmediato . Carpe Diem, Gacela.
Besos.
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