miércoles, marzo 23, 2022

Cómo puedes decir eso (VIII): y dale con la matraca

(TW: malas cosas de maltrato hacia una, sufrimiento psíquico, tratarme mal físicamente)

Fotografía

Hoy sentía tanto tanto dolor dentro que no me cabía, me hervía calentando la olla a punto de explotar que soy y en algún momento entremedias L. y yo nos hemos enfadado, no sé quién con quién porque estaba muy disociada y no recuerdo. Supongo que habré sido yo, que soy la que, según inumerables testimonios, llevo dentro de mí un panda rojo gigantesco, dañino e incontrolable. La adolescencia que nunca se fue. La comprensión que nunca recibí. El peligro que siempre he representado, como el panda rojo de TURNING RED (¡qué no panda el cúbico!) La Bestia de toda mi vida, que nunca supimos quién encerró a quién. NIMONA cambiaformas, temida y expulsada, aunque en algún rincón también querida y protegida. Yo, en sus múltiples variantes, según imaginaciones más o menos asentadas en mitologías o en simples miedos compartidos. Yo como Monstruo, como Loca, como mejor que me encierren y tiren la llave al mar. Yo como los planes sin ti nos van mejor, yo como aquella que soñó ser tejedora de tejes y hoy todo lo que cose es su propio brazo ensangrentado.

Aquí estoy ahora en mi cama, puerta cerrada, boca cerrada, corazón rodeado, solo cuchilla abierta que sube y baja según respiro. Me rodean libros, cuadernos y dulces. Hace poco he usado la cuchilla para lo que muchos llamarían autolesión. Para mí ha sido una herramienta de descompresion más o menos válida socialmente si luego no "alardeas enseñándola" (cosa que sí hago a veces al agarrarme al metro porque si mi mundo no está lleno de vuelos de mariposas y trinos de pajarillos ENELPUTOMETROHOYGA, no me parece que el suyo tenga por qué ser más amable).

Así que aquí ando, habiéndome autolesionado un poco para descomprimir tanta mierda dentro. Una solución aparentemente mejor sería descomprimir nuestras mierdas juntas, no? Espacios, grupos y redes de apoyo mutuo; saber ¡y querer! escucharnos; que existieran espacios de encuentro no mercantilizados donde esa escucha y encuentros pudieran darse, conocerse; y en ello compartir desde sentipensares agradables (un embarazo, reencontrar a una antigua amiga, tener una alegría en el curro, compartir un logro del comité sindical, mejoría en la autonomía de un bebé o una abuela hospitalizada). Y también sentipensares dolorosos: estos "yo no puedo más, no puedo seguir así" que nos hunden sin solución en soledad pero que compartidos pueden desmenuzarse en cachitos, ayudar a priorizar, o ver de qué tareas y calideces pueden encargarse los demás: quizá alguien puede recoger a Nora de la guarde y en el paseo sacar al perro de Martín, quizá Sonia puede escamotear robinhoodamente unos cuantos tuppers de la comida que sobra en el cole, y Tania conoce una asociación vecinal donde ayudan con burocracias imposibles.

Cuando somos uno, todo es inabarcable (a veces lo es incluso siendo varias). Yo, por ejemplo, y aquí sí que personalizo porque no hacerlo es estrategia pero no nos dice desde dónde hablamos, y porque no exponerse en lo personal para algunos de nosotros sería simplemente un lujo que como tantos, me ha sido vetado. Yo, por ejemplo, sigo, tengo una sensación horrible de cargarme lo que toco, de si acaso tras mil esfuerzos abrir puertas a otros que yo me quedo sin traspasar, porque mucho cliché de "tejedora de redes" y yo me siento muy muy sola, infinitamente sola, y se volaron las ganas de construir porque ya solo quedan tantas tantas ganas de que sigan pasando días rápido-rápido  y ojalá que llegue la fecha famosa de que los que llevamos X años medicados (si a la fuerza o no, no lo recoge el estudio) con psicofármacos de la familia de los antipsicóticos... tenemos una esperanza de vida de entre 10-12 años menor. Yo he triplicado la X anónima de años. Basta ya.

Lo que haya podido aportar de bueno yo al mundo, si es que lo ha habido, ya está hecho. Lo que el mundo haya podido aportarme a mí, sea poco mucho o regular, también está hecho. A partir de aquí solo vamos a ir a peor. Mi ex familia en algún momento hará sonar uno o varios teléfonos para avisarme de la muerte de mi madre, aunque tenga todas sus redes -de ella, de su familia- bloqueadas. Ser yo misma madre cada vez será más tema de ciencia ficción y no literatura contemporánea. Mi chico no podrá quedarse mucho más conmigo, pero si yo me voy antes, él podrá quedarse sin problema con sus amigos del barrio, del grupo de ahorro, llegar a las 6,7,8 de la mañana sin más espera ni reproche que los de sus gatos. Más lo macro que tenemos encima, costes en alza, mundo semipostapocaliptico que quizás demasiado imbuidos de los productos culturales distópicos nos parecen más ficticios que reales. Al final será cierto eso de que no tenemos ya problema alguno para imaginar el fin del mundo, y quizá centradas ahí todas las ideas, olvidamos cómo imaginar el fin del capitalismo, o ni siquiera, cómo imaginar un mundo simplemente habitable.

Nadie tendría que dolerse así. Este mundo no es vivible, ni siquiera sobrevivible, para muchas de nosotras. Y pocas ya serían demasiadas. Deberían habernos sonado todas las alarmas, como sociedad, hace tanto... Pero no suenan, no suenan aún. No puedo comprenderlo. No podré nunca.

Hasta aquí mi mensaje de subidón de miércoles por la tarde noche. Tenía un plan al que no he podido ir. Así es mi vida casi siempre. Si mi cuerpo responde, no lo hace mi cabeza. Si mi cabeza me empuja, el es cuerpo quien tropieza, se balancea excesivamente, se choca con todo y balbucea que quiere volver a la cama, hasta donde repta y, con suerte, duerma. Con más suerte aún, tendría algún sueño amable y al despertar agradecería ese sueño reparador.

Pero con un poco de suerte más, solo un poco, o bueno, si es un mucho, ya podrían los dioses tener el detalle, cojones. Con esa poca, bastante o mucha, suerte de más, simplemente no despertaría. No por su mano, no para desempolvar todos los "será egoísta cómo pudo hacernos eso con lo que hemos hecho por ella hay que ser si ya os avisé que de esa gente no se puede confiar hay que ver y su familia cómo estará pues deshecha es que imagínate menuda egoísta y no digo más porque está de cuerpo presente que si no..." Con un poco mucho de bastante suerte, simplemente habría muerto, una parada cardiorrespiratoria, una muerte súbita de las que no se resucita en tres minutos, un adiós sin alas que no da tiempo ni a murmurar.

Y ahí sí que solo quedaría el abrazo, el te quiero, peque, ¿mañana comemos con Mer? Tengo que ver si tengo clase con Elena y te digo, si no, mañana. Y uy, me tengo que poner con los siguientes libros del club de lectura. ¿Te leo Galeano antes de dormir? Y seis o siete cuentos y tres o cuatro caricias, dormirás suave contra mí.

Y en ese momento yo seguiría teniendo todos los caninos de los que hemos hablado. Seguir leyendo, abrazarme a ti acariciando ese cuerpo que ha sido hogar tantos años, respirarte y dormirme deseando inevitablemente que en alguna de estas no encuentre el camino al Reino de los Despiertos.

¿Así, ahí también necesitaríais odiarme? 

Y sé que no es una competición, pero si de odios se tratase, nunca ibais a poder odiarme la mitad del odio hecho ya propio que sostienen mis hombros y espalda contracturada.

(Perdón por si quienes lo hayáis leído os resulta removedor o dañino. No era mi intención. Este es el último espacio donde puedo seguir siendome honesta y lanzando al aire, a las teclas, gritos para nadie, para nada. Gritos en silencio. 17 años de blog para nadie, para nada)

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