lunes, abril 25, 2011

Silencio

Hay situaciones en las que no sé qué decir, en las que me parece que cualquier palabra estaría de más, sobraría, no es el momento, no es la ocasión. Ante el dolor de la otra persona me hago pequenya y casi desaparezco, no encuentro las palabras adecuadas -quizá no las haya-, pierdo mi voz. "Lo siento mucho", diría, y es cierto que lo siento, pero me suena a lamento hueco, vacío, por lo que acabo escogiendo el silencio, la distancia. Y si algo quiero en este momento es que me sienta cercana, que pueda acudir a mí si eso la calma en algo, pero no encuentro el camino para ese acercamiento.

Silencio. Y no llamo, como hice también con otra Ella cuando pasó por aquel trance difícil que igualmente me dejó sin palabras, garganta seca, hasta que llega un momento en que los meses acumulados sin marcar su número pesan tanto que agarrotan la mano, paralizan los dedos, y cada vez se hace más difícil decidirse a encontrar su voz al otro lado de la línea. Culpabilidad por no haber sabido estar ahí, por haber concedido (¿impuesto?) una distancia de la que después no sabes cómo escabullirte, cómo escapar.

Silencio. No deja de ser curioso que, habiendo estado el dolor tan presente en mí historia, cuando lo veo reflejado en otros ojos que se empanyan, en otra voz que se quiebra... me paralice así, no sepa cómo reaccionar, incluso cambie de tema inoportunamente, como queriendo disfrazarlo de normalidad, de aquí no pasa nada. O que recurra al vacío del silencio, sin haber aprendido nada en todo este tiempo, sin saber ser para otros un poco de ese apoyo que yo sí recibo cuando más lo necesito.

Sólo espero que el silencio de hoy, de esta semana... no se haga grande, no nos devore. Que la próxima vez que te vea, con un abrazo me salte ese muro y a ti te sirva de algo. Aunque hoy calle... no sé hacer otra cosa, no sé si debería hacer otra cosa. Lo siento mucho.

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martes, abril 05, 2011

Leyendo... (V)

Una autora que a veces parece tener un poco de mala prensa, y de la que sin embargo todo lo que he leído suyo me ha gustado, es Lucía Etxebarría. Sí, a mí me gusta cómo escribe, me parece siempre muy fluido, me gusta las historias que cuenta, y me resulta fácil identificarme con párrafos enteros. Creo que tengo media docena de libros suyos al menos (y no son demasiados los autores de los que tengo tantos libros, quizá Terry Pratchett, Neil Gaiman, Philip K. Dick y Amin Maalouf) y dos de ellos me los he leído en el último mes. Quería hablar del último de ellos, un pequenyo ensayo titulado "Ya no sufro por amor".

Me lo compré porque según vi en la contraportada, hablaba mucho de personas excesivamente dependientes, entre las que me incluyo, y con una autoestima no demasiado boyante, entre las que me vuelvo a incluir.

El libro me ha gustado, pero quizá no tanto como esperaba. O mejor dicho, sí me ha gustado bastante, pero no me he sentido tan identificada como pensé cuando me lo compré. Porque sí, habla mucho de mujeres cuya personalidad no dista mucho de la mía, demasiado dependientes, que se valoran en función de lo que piensen los demás y que tienen un miedo a la soledad que les hace danyo por anticipado, incluso cuando no están solas... pero liga mucho esos miedos y esa dependencia con relaciones sentimentales casi catastróficas en las que el otro miembro de la pareja aprovecha la dependencia de ella para llevarla a situaciones de abuso o incluso de maltrato. Habla también de situaciones en las que la persona dependiente, ansiosa, boicotea la relación cuando ésta va bien porque no cree merecerse ese bienestar. O de encadenar relaciones tormentosas, una tras otra, por ese excesivo miedo a la soledad.

Leyéndolo pensaba que sí, soy dependiente y mi autoestima no está por las nubes, pero, no sé si por suerte o porque escojo bien, no me he visto nunca en ese tipo de situaciones. Me he acercado a hombres que no sólo no se han aprovechado de mi dependencia para tenerme sometida o tratarme mal, sino que siempre han intentado ayudarme a ser algo más autónoma, descubrirme un poco de cielo para que volara por él con mis propias alas. Y creo que no boicoteo mis relaciones, cuando estoy feliz al lado de alguien tal vez no sepa si me lo merezco, pero tampoco me lo planteo, al fin y al cabo esa persona quiere estar conmigo y eso debe de ser porque de alguna manera yo también le hago feliz a él. Claro que he sufrido por amor (¿quién no?), pero más que por encadenar relaciones atormentadas, ha sido quizá por quedarme enganchada a alguna relación tiempo después de que se hubiera terminado.

Del libro me ha gustado especialmente alguna parte en la que desmitifica el amor de las películas o las canciones, ese amor eterno y desgarrado, lleno de angustia, en el que se da todo, hasta la propia vida, aunque sea a cambio de recibir unas migajas. El amor no es eso, dice Lucía, y estoy de acuerdo. Y el amor tampoco es depender del otro hasta ser incapaz de dar dos pasos seguidos sin ir de su mano, aunque a mí me cueste tanto dar esos dos pasos. Una frase del libro me gusta mucho:
Cuando realmente se ama, el otro no es imprescindible, aunque sí muy importante; se puede existir sin él pero se prefiere hacerlo junto a él.
Así, cuando queremos a alguien, cuando elegimos estar a su lado, debe ser una elección libre, porque nuestra vida es mejor junto a él, no porque no podamos estar solos o porque seamos incapaces de caminar si no es con él. Eso no es libertad (ni amor, ya de paso).

Me quedo con esa frase. Y sonrío pensando en las personas que me han acompanyado a lo largo de mi camino, que me han intentado ensenyar a ser más Yo, autónoma, libre, feliz. Quizás, paso a paso, vaya consiguiéndolo.

[La imagen que encabeza este post es de una estatua de bronce que hay en un parque de Harbour Town (Carolina del Sur, Estados Unidos). El autor de la fotografía es Christopher BradShaw, pero no he conseguido saber quién hizo la escultura.]

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