domingo, noviembre 18, 2012

Domingos robados al calendario

No vas de cara, y eso es una de las cosas que no voy a perdonarte. Que atacas veladamente, que das a entender que el problema es otro cuando yo sé el origen de tu malestar y tú sabes el origen del mío. Pero le das la vuelta a la situación, retorcida como eres, manipuladora, egocéntrica y lista.

No debes de estar acostumbrada a que te lleven la contraria, a que no te den la razón en todo, a que no te lleven las maletas escaleras arriba con una sonrisa en los labios y sin pedir nada a cambio, sólo por el placer de complacerte. No debes de estar acostumbrada a tratar con otros de igual a igual, acostumbrada a manejarte en situaciones en las que tú tienes el poder y el resto obedecen. Si no, no se explica que no sepas tratar con companyeros y que des órdenes esperando que sean instantáneamente cumplidas, como si fueras el centro del universo y tus preocupaciones fueran más importantes que las del resto.

Estás enrareciendo el ambiente y ni siquiera os avenís a intentar solucionarlo cara a cara, pidiendo perdón o simplemente admitiendo que ha habido una metedura de pata y que quizás las formas no han sido las mejores. Pero no, es mejor desviar la atención, hablar del ¿problema? B en vez del que realmente late debajo, echar balones fuera y esperar un linchamiento en la plaza pública que os dé la razón.

No me gusta dejar que los regalos se deshagan hasta convertirse en charcos mojados, no me gustan las despedidas y de este espacio he sacado quizás los mejores momentos del último anyo y medio. Pero quizá el domingo esté llegando a su fin y tenga que hacer frente al temido lunes, al gris lunes, al nuboso lunes. Porque si el domingo lo puebla gente como tú, deja de ser lugar para mí, para nosotros.

Aún me resisto, pero es posible que, incluso sin quererlo, sin haberlo elegido libremente, toque buscar nuevos proyectos donde volcar mis energías, espero que con esa gente que me ha acompanyado este tiempo y con la que he tejido lazos, redes, afectos; con la que he aprendido a expresar opiniones y que mi trabajo es valioso. Si el domingo es tu reino y nos tomas por súbditos, te dejaremos sola con tu corona recién comprada en la hamburguesería y nos iremos donde no haya reyes ni reinas y todos estemos en el mismo escalón. Lo sentiré por el domingo, que se irá apagando, que se transformará en qué sé yo.

O quizás... quizás nos llevemos todos los domingos con nosotros, y los sábados y los viernes, y os dejemos con los lunes grises y nublados a vosotras, a que os peleéis los relojes que andan lento o se atrasan, mientras nosotros construimos un calendario nuevo que llenar de proyectos compartidos, ilusionantes y enriquecedores. En el que cada día siga siendo ese domingo que se quedó para siempre. En el que no tenga esta angustia en el borde de la garganta. En el que no tenga que escribir a casi las dos de la madrugada para poder desahogarme y conciliar el suenyo mejor...

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jueves, noviembre 08, 2012

Un Tú que ya no existe

El otro día estuve en tu barrio. Fue raro recorrer unas calles que no pisaba desde hace... ¿once anyos? Vivías tan apartado que no conocí ese barrio hasta conocerte a ti, y desde que nos separamos tampoco había vuelto a pisar esa zona de la ciudad. Y ahora, en ese barrio que fue tuyo, que hicimos también un poco nuestro, ha cambiado todo tanto... quizás tanto como tú y yo. Ahora hay Metro, hay cines, está mejor comunicado (no tendríamos que estar pendientes de ese último autobús). Sigue siendo reconocible, los edificios en círculos como colmenas, placitas a uno y otro lado... pero alrededor todo ha dado un giro enorme. Ya ves, así, anyo a anyo hasta once, ha pasado todo este tiempo.

Recuerdo cuando dejamos de estar juntos, de compartir el camino. Los gritos, los helados tirados al suelo de un manotazo, las malas caras y peores palabras, el danyo que esos ojos helados hacían. Y aún así, cómo me empenyé en no romper lazos, en seguir manteniendo algún puente, contacto, llamadas con silencios forzados. 

Y bueno, de alguna manera sí lo conseguí mientras me esforcé en ello. Terminamos hablando de cuando en cuando, aunque cada vez teníamos menos cosas en común. El dolor quedó atrás, pero también quedó atrás la complicidad. Y nos distanciamos, alguna llamada alguna vez... y ahora, once anyos más tarde, me doy cuenta de que hace demasiado tiempo que no sé de ti. Me da pena, porque me quedé con lo bueno de la relación y ahora, ya ves, pienso en ti y sonrío. Claro que pienso en la persona que quise, que probablemente ya no es la que eres ahora. Pienso en un Tú con los rizos cayéndole sobre los hombros -y no el pelo al uno como la última vez que nos vimos-, aquel Tú del "Aún queda un sitio si me quieres acompanyar" de Barricada, un Tú que me ensenyó las primeras palabras en euskera y que hacía pintadas en las paredes... y recuerdo que en una de nuestras últimas conversaciones me contabas cómo querías hacerte policía nacional. Ay... cómo cambiamos. Yo me enamoré de ese Tú rebelde de la adolescencia y finalmente tu padre pudo más... pero ya no importa. Tú ya no serás el mismo y probablemente yo ya tampoco lo sea.

Y escribo esto como escribí aquel otro post hace algunos anyos en este mismo blog, aquel de "Colocando recuerdos". Supongo que es normal volver atrás cada cierto tiempo, dedicar una tarde o varias o una semana entera a bucear en el pasado y salir de esos viajes un poco más melancólica de lo normal. Más aún si, como yo, eres de las que romper lazos le cuesta un mundo y cuando lo hace nunca se desliga del todo. Pero creo que de seguir ligada a alguien, sería a un Tú que ya no existe, ya no le puedo pedir que exista. Así que habrá que guardar de nuevo los recuerdos y esta melancolía en una cajita... la nostalgia es húmeda y hoy ya ha llovido bastante.

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