lunes, julio 23, 2018

Tarde, tarde (I): ¿Re-conocimiento?

[Durante casi todo este último año, que no siempre que he querido o he necesitado he podido sentarme a escribir al ordenador, he ido apuntando cosas que quería compartir por aquí, pensamientos de los que quería hacer un post, alguna nota suelta o algún texto que escribí desde la cama, en la tablet. Muchos de ellos hablan sobre cosas que estaban pasando en esos momentos y que en realidad ahora son distintas (otras no son tan distintas, pero la idea o necesidad grande de escribir y reordenar sobre eso también fue de hace meses). Creo que ahora que parece que voy pudiendo, rescataré varias para traerlas al blog, bajo esas dos primeras palabras en el título: tarde, tarde. Van a destiempo pero van. Como yo misma a veces...]

Este texto (con variaciones) nació a principios del pasado mayo (llega casi tres meses tarde...) 

Hoy una red social me ha recordado una foto mía de cinco años atrás. Llevaba entonces 17 años con antipsicóticos. En la foto estaba en mi peso habitual de los últimos años (en febrero del 2014 alcancé mi máximo porque tuve tres ingresos larguitos muy seguidos entre junio del 2013 y febrero del 14, y en cada ingreso siempre cojo más o menos un kilo semanal, pero en la fotografía casi volvía a estar más o menos en mi peso habitual).

NADA de mi problemática en salud mental tiene que ver con temas de alimentación, nunca ha sido así.

Hace un año y dos meses aproximadamente dejé la medicación antipsicótica (con acompañamiento profesional y en un proceso de año y medio para minimizar riesgos). Mi cuerpo -hablo del físico- se descontroló, perdí creo que 13 kilos en unos 8 meses, me hacía daño al sentarme porque me clavaba mis propios huesos; tenía -todavía me pasa mucho- muchísimo calor siempre; no podía dormir más de cuatro o cinco horas seguidas; los ciclos menstruales hacían lo que les daba la gana cuando yo hasta entonces había sido bastante un reloj, si exceptuamos un año hace tiempo en que otra medicación antipsicótica le subió los niveles de prolactina artificialmente a mi cuerpo hasta hacerle creer que estaba embarazado, y se me retiró la regla en consecuencia.

Volviendo a esta bajada de peso tras la retirada paulatina de la medicación. Los médicos, primero en salud mental, que como no quieren reconocer que su medicación te ha jodido el cuerpo y tampoco que no saben qué pasa cuando alguien se desmedicaliza porque lo intentamos aún pocos, se dedicaron a culpabilizarme con sus "no bajes de este peso YA" en cuanto perdí cuatro kilos, y a echar balones fuera: "no, no, nunca cogiste peso por los antipsicóticos, era porque todo el mundo engorda con la edad; tampoco dormías tanto (¡14 horas fácil!) por esa medicación sino por pereza, es ahora que duermes cinco cuando estás fatal".

Los médicos físicos se alarmaron por la disminución de peso y en una época en que ya tenía muchos otros estresantes externos, estuvieron haciendo mil pruebas: por lo visto había que descartar diabetes, celiaquía, hipertiroidismo, leucemia; he estado meses teniendo dos consultas semanales en el ambulatorio para ver el peso, una con la enfermera y otra con la médica de cabecera; añadidas a las dos citas semanales en otro hospital para un tratamiento para la dermatitis; a sumar a las de salud mental, psiquiatra y enfermera; más la dermatóloga; más las analíticas variadas y una eco y una radiografía -pruebas por eso ¿incomprensible? descenso de peso; más acompañar yo también al médico a otras dos personas y sentir que era yo quien tenía que hacerme cargo de entender, enterarme, llevar en la cabeza... sus citas, medicaciones, pruebas (con la sensación que además me ha trasladado bastante el sistema sanitario, de que yo tenía que "defenderles" de los posibles abusos, malas praxis o malos entendidos -¿malos explicados?- que se dieran allí).

Ahora he recuperado un poquito de peso, parece que empiezo leeeeeeeeentamente a estabilizarme físicamente. No tengo leucemia ni diabetes ni celiaquía ni hipertiroidismo ni nada más allá de que me jodió el cuerpo la medicación que me han hecho tomar por encima de las dosis y el tiempo que hubiera sido adecuado, por supuesto sin informarme ni poder decidir y llegando a mentirme. Tampoco tengo, por mucho que diga mi (¡por fin!) ex-psiquiatra, tres o cuatro diagnósticos nuevos, "porque eres joven y puedes empezar en cualquier momento con algo nuevo" -aunque cuando le dije que si él o su residente también podían tener de repente un diagnóstico montó en cólera y me expulsó de la consulta; ellos estarán vacunados o algo-. Al parecer estar desafiante, que para mí es un signo de salud ante la humillación cotidiana, viene en muchos sitios del DSM de turno. Vaya por dios, qué oportuno.

En fin. Estoy físicamente bien, he recuperado algunos de los kilos que perdí, a veces duermo cuatro o cinco horas y otras veces nueve o diez, alguna noche, solo tres o así en este año, no llego a conciliar el sueño. Tengo menos citas médicas. Pero veo esa foto de hace cinco años y no me reconozco ahora en el espejo. No por la edad, no... Es mi cuerpo, mi envoltura. Yo me veo radicalmente distinta. Yo era una cara redondeada que ahora tiene picos y barbilla un poco de bruja, rasgos afilados que me resultan ajenos. Es como si de ese Yo anterior quedaran el abrigo y las pincitas del pelo y el resto fuera distinto.

Esto lo he preguntado a mi entorno, porque realmente para mí es un choque, un "¿esta soy Yo?" que viene y va. He preguntado si quienes me conocen ahora y me ven ahora con cierta frecuencia, ven un cambio tan brutal entre las dos Yoes. Si reconocen claramente a la misma chica solo algo más delgadita y ya. Si tienen ese choque de "¿pero cuándo fue así?"

Y voy a guardarme aquí cosas que me han respondido, para esas veces en las que no sé mirarme, o me miro y a pesar de verme, no me encuentro en la imagen:

- Kilos más o kilos menos, según veo esta foto, transmites la misma fuerza con la mirada. Una mirada a día de hoy más sabia y más peleona. Una mirada de fuerza y superación (aunque haya días muy negros). Se, por experiencia, lo difícil que es acostumbrarte a una nueva carcasa. Mi parte feminista se caga en todo cada vez que las otras se pelean por ver quién gana, le revienta que tengamos que andarnos con estas historias porque "lo cuidado" no debería entender de pesos. Así que la respuesta a tu pregunta es un rotundo SÍ, yo SÍ te reconozco en esa foto y en el ahora.

- Que sucedan cambios en nuestras vidas es señal de que estamos vivas. ¿Se pierde peso al reducir o cesar en una medicación psiquiátrica que fue de larga duración? Desde luego que sí. Y no solo parece ser aparecen esos cambios, sino que se acentúa la sensibilidad, vuelves a sentir con intensidad las cosas. Parece ser que muchos se asustan de nuestras emociones cuando rebasan un límite usual. En general, asusta ver muestras de gran arrebato. ¿Pero no es esto humano? Seguramente está fuera de la norma establecida. Tu respuesta ante explicaciones médicas que te llaman, nos llaman tontas, les hace sacar sus esbirros, como es el sobrediagnóstico. Ya que no pueden sujetarte con medicación, lo hacen con amenazas y ejerciendo violencia. Así muestran su poder y lo ejercen. Yo te animo, porque así de paso me animo, y digo además que no sé si hay muchos cambios, que te conozco desde hace más o menos, pero quiero decirte que no solo te reconozco físicamente, sino como una gran persona, que creo en ti, como persona valiente que reconoce su vulnerabilidad, de gran valía y creatividad. Y si a todas las cosas que actualmente tu persona nos enseña y nos regala, ha contribuido tu desmedicalización, bienvenida sea. A pesar de las dificultades. Porque la vida es un camino, y en él hay piedras y arena. Ojalá nos encontremos muchos, muchas, al tiempo, frente al lago, comiendo y jugando sobre la hierba verde de los prados. De entre las flores que los cubren en esta primavera, yo respondo a una. Te reconozco.

Tú siempre eres TÚ. En la foto del 2013 con la cara más redondita, en la del 12 de febrero de 2018, con la cara mas estilizada, ¿y? En cinco años siempre, con o sin medicaciones, con más o menos kilos, nuestra cara se modifica -la tuya y la de todas-. No cambian tus ojos, no cambia tu sonrisa, no cambia tu inmensa capacidad de pelear y superar dificultades, una tras otra.

Eso era. Poder volver a reconocerme viendo mi reflejo en otros ojos que saben que estoy ahí. Aquí. 

Quejas, reflexiones, preguntas y respuestas en un mix en el blog que llega a destiempo (tarde-tarde).

viernes, julio 06, 2018

Destierro (II): Cabecita loca / Mi barrio

Me decías cabecita loca
por seguir mis sueños
por romper las olas.
Me defendía con mis alas rotas
contra la corriente: 
vuela, vuela mariposa...

Una vez tuve un barrio que no era mi barrio pero sí lo fue un poquitín... y dejó de serlo. Recuerdo ir a hablar con M., mi psicóloga de hace mil años y alguno más, e ir con miedo porque esa zona ya no me correspondía, porque implicaba cruzar su frontera, mi frontera, y entrar en su terreno y encontrarme a su familia o a él cuando el terreno me había sido vedado aun sin haber una prohibición expresa de pisar esas calles o bajarme en esa parada de metro, sin haber un bando pegado en las calles notificando el destierro

Ahora la situación es distinta. Este barrio es mi barrio, es mi barrio palpablemente, tangiblemente, vivo aquí, aquí tengo mi casa, la mayoría de mis vínculos, mi madre, mi infancia, mis recuerdos, mis plazas que fueron nuestras, nuestros domingos que queríamos de todas. No puede dejar de serlo.

Eras mi ángel de la guarda
sobrevolando mis horas bajas.
Eras la música del alba,
la lluvia cuando estalla.

Y por eso duele todo esto como herida abierta. Porque hace años que caminar por aquí, por todas estas calles, se había convertido en algo más que simplemente estar en mi barrio, en un espacio seguro, propio, conocido (eso lo ha sido siempre, por eso volví de Chueca). Hace años que además de ser un lugar, este trocito concreto de ciudad era una red, era la mayor parte de mis vínculos, de mis afectos, era la constatación de que -afortunadamente, por fin, menos mal...- no era una isla, NO SOY UNA ISLA, sino una madeja entretejida. No soy veneno. No soy un monstruo. No soy una vampira emocional. 

Sálvame, no me dejes caer
en la tristeza de las noches en vela.
Sálvame y yo siempre seré
tu amiga más fiel 
que dentro te lleva.

Hace años que sumé a las propias calles que me resultan amables el hecho de que en cualquier momento podía encontrarme a caras conocidas, queridas, también amables... en esta esquina o en la otra. Caras que me sonreirían y a las que yo devolvería la sonrisa, encuentros aleatorios e inesperados que me darían calorcito dentro, para los que no tendría que prepararme mentalmente y dedicar montañas de energías por si acaso sucedieran, encuentros donde esta cabecita loca no tendría que preparar cada frase y hacerla sonar dentro antes de decirla fuera a ver si sirve o no, donde no contaría palabras de manera automatizada, las mías y las del resto, para determinar si digo demasiadas, si digo insuficientes. Hace años. Hacía años.

Y me decías cabecita loca
por soñar despierta,
por querer que no amanezca nunca.
Tú me decías 
cabeza loca...

Hace hoy siete semanas mi cabeza contó palabras (fueron demasiadas) de manera automatizada. Conté minutos de presencia (fueron insuficientes) en un encuentro grupal que deseaba mucho, que me había dado fuerzas más allá de lo que yo hubiera apostado nunca. Volvía a haber muchas personas (demasiadas, insuficientes) a mi alrededor mientras yo estaba sola, solísima, más sola que la (l)una, con toda esa mi gente alrededor (y los dos artículos están a propósito). Un finde de auto hipervigilancia otra vez. Hacía años que no estaba tan, TAN sola, con esa mi gente.

Siempre es igual,
siempre mi ángel de la guarda
(siempre mi ángel de la guarda)
sobrevolando mis horas bajas.
Eras la música del alba
(eras la música del alba),
la lluvia cuando estalla.
Sálvame, no me dejes caer
en la tristeza de las noches en vela.
Sálvame y yo siempre seré
tu amiga más fiel 
que dentro te lleva.
Sálvame...
Vuela, vuela mariposa.

Este barrio es mi barrio. Palpablemente y no, tangiblemente y no, está aquí mi casa y casi todos mis vínculos, y casi todo mi sentido también. Y hoy son las fiestas de mi barrio en una plaza que está a menos de diez minutos, y yo estoy aquí en mi casa escribiendo que son las fiestas de mi barrio y me da miedo bajar.

Eras mi ángel de la guarda
(eras mi ángel de la guarda),
eras el eco de una voz lejana.
Eras la música del alba
(eras la música del alba),
la lluvia cuando estalla.
Sálvame, no me dejes caer
en la tristeza de las noches en vela.
Sálvame y yo siempre seré
tu amiga más fiel.
Seré la nieve al caer sobre el mar,
sobre la tierra
cuando el fuego te quema...

Qué capacidad de romper cosas tenemos, ay, pequenya.

Sálvame... sálvame...

(...)


Etiquetas: