martes, mayo 22, 2012

Polillas en el armario

Hoy he estado recordando tiempos peores. Cosas en las que hacía mucho tiempo que no pensaba, tanto que algunas de ellas estaban medio enterradas en la tierra del olvido. Hoy tocaba rescatarlas, limpiarles la arena, mirarlas a la cara y tratar de entender qué hay todavía de ellas dentro de mí. Porque quedan restos, aunque llevara tanto sin plantarme de frente, descorrer la cortina y mirar en el armario.

A veces recorremos tanto camino que olvidamos de dónde venimos, aunque eso explique nuestra forma de andar, de movernos, la cadencia de nuestro paso, las prisas o la lentitud.

Cómo somos, cómo nos enfrentamos a las cosas, a los retos, al día a día... muchas veces se explica por cómo fuimos. Luego evolucionamos, por supuesto, seguimos andando y nos dibujamos y (re)creamos cada día, pero partimos de unos mimbres... aunque podamos dejarlos muy atrás algunos días, o pintarlos de vivos colores otros.

Yo he sido mucho más pequenya de lo que me siento hoy, y no hablo de edad ni de tamanyo físico. He sido diminuta, he sido invisible, he sido sucia, no he tenido ningún valor -en más de un sentido-. Y también he volado para alejarme de eso, he crecido -de nuevo en más de un sentido-, he aportado cosas, he compartido muchas otras, me he limpiado, he caminado aunque no supiera hacia dónde en demasiadas ocasiones.

Y hoy, que he vuelto la mirada atrás, que he sacado del armario la ropa apolillada y vieja para después volverla a guardar -habrá que hacer más limpieza otro día-, me he quedado con el olor del viejo alcanfor pegado a mis manos, a mi cuerpo, a la ropa nueva con la que me vestí esta mañana.

Necesito un armario nuevo... y una ducha que me quite este olor.

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