miércoles, mayo 15, 2019

Cartografía emocional de una tormenta recurrente

Mandaleando entre la lluvia que me inunda, hago cartografías emocionales de cómo son mis tormentas: algo de rutina y aburrimiento como aviso inicial, hasta ahí sin más; pero que se van juntando con miedo, preocupación, cansancio, confusión... y ya entre el viento que ulula insistente coge fuerza cierta desconfianza que viene para quedarse una temporada larga. Y comienza a mezclarse todo con frustración, enfados, rabia, ya se nos descontrola el cielo que ruge con mi cabeza y todo se vuelven culpas, tristezas, soledades, dolor. Y se nos ha ido de las manos cuando los rayos empiezan a incendiarnos al atravesarnos de lado a lado y partirnos en dos, arrasando con el campo como un dragón enfurecido: estamos en el ahogo, la angustia, el Vacío. El Daño*.

(...)

El Desbordamiento. 
La Desmesura.

(...)

El Drama.

(...ese que las niñas ricas que pinta Velaske tienen que inventarse mientras en palacio las casan, las violan, las embarazan, mueren en el parto del quinto hijo con veinte años apenas. Quizá el drama un poco también estaba).

Daño. Desbordamiento. Desmesura. Drama (más grande o chiquito, pero...), Drama Dentro Destrozándome, Dándome Dentelladas, Dominando Deseos, Dudas; Devorándome Durante Días Diabólicos, Difíciles, Duros, Decisivos. ¿Definitivos?

DRACARYS.

(Diluvio)

Después... descanso. Y vuelven más palabras que ya no necesariamente tendrán que empezar por D. Y volverán a entrar en mis cartografías emocionales el resto de colores: el verde clarito de la calma; el naranja de las risas, la diversión, la creatividad, la mente productiva; el rojo de los vínculos, la alegría, la conexión emocional; el burdeos-morado de la ilusión, la vitalidad, las ganas de.


(*) El asterisco es porque además de pensar en Daenerys y Juego de Tronos (el autocorrector me lo pretende corregir por “trinos” y por “tonos”, que daría lugar a dos series muy diferentes, posiblemente ambientadas en pajarerías o en el Orfeón Donostiarra)... al escribir “El Daño”, mi cabeza (que aunque loca y estas semanas atormentada, es más cosas y no renuncia nunca a su parte friki) me rellenaba la frase con “...de Isildur”. 

El Daño de Isildur. Porque antes, mucho antes de que Juego de Tronos complicase la vida de los Stark, estuvo Tolkien enseñándonos que las heridas en la Cima de los Vientos vuelven a doler profundo cada año, allá por la misma fecha en que tuviste un encuentro poco afortunado con un Nazgul nada constructivo.

El Señor De Los Anillos también nos enseñó una frase que estos días viene como anillo al dedo (valga la redundancia):

Flee, you Fools!

...y hasta aquí puedo leer.

(¡Huid, insensatos!)

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