viernes, abril 17, 2020

Los amores en tiempos de coronavirus (V): La casa común

Hoy he hecho este dibujo siguiendo la propuesta de Grigri Projects para un #FuturoCompartido con todas nuestras casas:


En la mía, el interior donde estamos todas estas semanas no podría existir sin tener presente lo que más quiero del exterior: nuestro barrio (cuando barrio es un concepto que no coincide muy exactamente con las delimitaciones geográficas aunque en gran parte sí, pero tiene tentáculos que llegan hasta otros barrios de Madrid y también a trocitos concretos en Girona, Valencia, Bilbao o más allá), y lo que para mí da sentido a la idea de barrio, claro: nuestra red de afectos y apoyo mutuo en él. Así que aunque en su convocatoria la gente de GrigriProjects llamaba a dibujar la planta del espacio donde estemos pasando más tiempo estos días, ese "interior", no he podido evitar dibujarnos en un dentro-fuera, y dibujar a nuestro alrededor ese barrio, esas redes, esos vínculos que siempre estáis. Solo desde ese estar enmadejadas, entretejidas y pudiendo construir cada día ese estar en red que elegimos no solo como forma de supervivencia compartida sino como forma de estar en el mundo, en el mundo que queremos/necesitamos creer y crear... solo desde ahí se hace posible nuestra propia existencia/resistencia, así también elegida, como resistencia al aislamiento, al capitalismo, al patriarcado, a la autonomía forzosa e irreal, a las hostilidades de un mundo demasiado difícil para demasiadas personas.

Puedes ver la convocatoria de este #HagamosCasa para esos otros #FuturosPosibles por venir, desde este enlace: https://www.grigriprojects.org/acciones/la-casa-comun/ 

Están recopilando también ahí las imágenes que están recibiendo, es muy chulo ya solo verlas, especialmente por estarles llegando de tantos lugares y vivencias diferentes. Me gusta ver el mosaico que está quedando en su web, o en el hilo de twitter donde van sumando más aportaciones que enviamos, algunas coloridas, otras en blanco y negro; algunas con mapas prácticamente profesionales, otras con trazos infantiles; algunas de espacios amplios y otras chiquitos; gente que se dibuja en su habitación o que dibuja estudios, mesas de trabajo, plantas y animales en la casa; otra que dibuja terrazas y explicita actividades en su convivencia. Es también chulo eso, qué anotamos cada uno en el mapa: si a mí me salía dejar claro dónde están los libros, armarios, televisión y ordenador (pero no puse el nombre del rascador de los gatetes, que también está dibujado, ni tampoco el de las distintas habitaciones), otra gente destaca las bicis, la ropa sucia, los (me encanta) garabatos; o las velas y el rincón musical o la zona de activismo actual contra el pijama... :-) Además como sigue creciendo en función de las aportaciones nuevas, cada día puedes sumergirte de nuevo en esas casas y rincones que cruzan Madrid, Bilbao, Zaragoza, Cangas del Narcea, Tenerife... y también lugares más distantes en el mapa: Marrakech, Seúl, Lima, Londres, Bamako, Burdeos, Casablanca, Washington DC, Tours, Atenas, Sofía, o puntos diversos de México, Guatemala, Panamá, El Salvador...

Si queréis, podéis participar también y enriquecer el proyecto con vuestra mirada y vivencia. Tenéis la info en el enlace y resumida en esta imagen que están difundiendo en redes sociales:
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Algo que no he compartido en otros espacios y tiene también que ver con mi participación en esta iniciativa, es que una de las compañeras impulsoras e implicadas en la organización es alguien que conozco desde mi adolescencia, en el instituto. Los mismos apenas dos años que compartimos yendo a clase juntas fueron también mis años de quiebra oficial en mi salud mental (el segundo curso ni lo terminé por esta misma fractura; en septiembre ingresaría en el primer recurso de atención a la salud mental de los demasiados por los que he pasado, en este caso un hospital -psiquiátrico- de día al que acudí dos años y cuatro meses). Como para mí tiene bastante sentido, en esos años de primera quiebra gigante, la socialización no era lo que mejor se me daba. Cuando hace unos años volví a saber de S., esta compi de clase, llegando a coincidir con ella personalmente en algunas actividades relacionadas con movimientos sociales, di por supuesto que ella no me recordaría, en mi propio recuerdo consciente del gris nublado que fui yo. Pero en realidad, conectándome como me conecta con mi Yo doliente del año 95, 96... nunca me he acercado a saludarla, o a presentarme, o a decirle que me alegra que se esté dedicando profesionalmente a proyectos como estos, tan chulos y que parece disfrutar tanto, y que además cuadran tanto con la S. que yo guardo en mi recuerdo.

Participar más o menos directamente (todo lo directo que haya sido mandar un dibujo, que no es un nivel de compromiso tremendo tampoco) en esta actividad tiene que ver también con ese reconocimiento y con reencontrarme un poco-poquito, más allá de S., con esa adolescente que fui, con los deseos que tenía entonces, los miedos, los sueños que se frustraron y la supervivencia y el lugar que sí encontré en alguna parte de forma bastante inesperada. Reencontrarme con la vergüenza, soledad y dolor intenso que llevé conmigo. Con todo lo que no hice, lo que no llegué a ser, pero también con lo que sí hago, sí soy, sí sumo hoy, de otra manera a la que pensé y deseé, pero de esta manera en la que sí me es posible. 

Todo eso no está en el dibujo que pude enviar, pero sí está también. O está ahora que ya he podido escribirlo en este rincón que aun estando expuesto como está, sí siento propio, espacio de seguridad donde poder derramarme desde hace ya tantos años.

Seguimos...

[P.D.: Hoy publico sin revisar demasiado, sintiendo que igual las frases quedan sueltas sin terminar o super enrevesadas en esas subordinadas de subordinadas de subordinadas tan terribles que me salen solas. No quiero corregir y preferir reescribir. Total, esta también es mi casa, dibujada de otra manera, y hoy está bien así como esté.]

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domingo, abril 12, 2020

Los amores en tiempos de coronavirus (IV): Dibujándote

("Creadora", ilustración de Ío Wuerich)

La otra noche desperté muy temprano y tú aún dormías. Muy cerquita de ti, me entretuve mirándote hasta que sonó tu despertador bastante rato después. Te miraba concentrada, con la mente limpia -ese ratito al menos- de preocupaciones, miedos, angustias. Te miraba y dibujaba tu cara con un dedo imaginario que trazaba mi propia mirada: el óvalo de tu rostro, tu nariz, las cejas pobladas, la barba, las canas en la barba y algún pelo rojizo que se escapa sin saber de dónde viene. Tu frente amplia, tu boca, tus labios, tus orejas de lóbulo famoso, nos decían tantos años atrás en una cena. Tu respirar suave ya de mañana, de estar ya en un sueño menos profundo. Tus mejillas, tu piel, tus párpados. Tu cercanía, tu olor. Tú.

Esta tarde, en nuestro cuarto, tumbados en la cama, también te dibujaba entero. Esta vez contigo despierto, entre risas a ratos, piel de gallina otros. Con los vaqueros puestos y contigo tumbado boca abajo, entre las caricias y abrazos te empecé a dibujar el culo, redondo, bonito, masajeable. Y después quise dibujar las piernas (empecé también un canturreo sencillo de los que invento cuando estoy contenta, a gusto, tranquila; de los que me salen tanto contigo, así en la complicidad y confianza plena -son años, ya, ¿eh?- que hemos construido estable y fuerte juntos). Quise dibujar las piernas, digo, que bajaban estrechándose hacia las rodillas y luego se ampliaban en la curva del gemelo, un poco cargado te lo dibujé (soy algo cabrita, la verdad, perdona). Tenían una forma tan bonita... y claro, ya en el gemelo, pensé que bien podía dibujarte los pies, que son importantes ahí en el sostenernos (aunque el sostén real luego sean las redes de afectos y apoyo mutuo, el primero tangible sí está bastante en los pies). Te hice los tobillos durante rato, quería hacerlos protegidos, reforzados, que ser de esguince fácil luego es un rollo, así que los repasé bastante, aunque me asaltaba la duda de si tenemos un tobillo solo en cada pie, porque en el mío hay dos huesos a cada lado: ¿es el mismo? ¿son dos huesos? ¿es el tobillo un hueso? ¿tendrá las respuestas a esto alguna canción de Los Gandules, que con su canción "Rayos X para Dummies" son mi principal fuente de información sobre anatomía? Con esta duda sin resolver, moldeé también un arco en la planta del pie, porque por lo visto tener los pies planos es algo problemático también (mis conocimientos de medicina no conocen límites, como ves), y al final de los pies te hice los deditos, aunque en el primero me equivoqué y en el primer momento te hice seis en vez de cinco, pero no fue problema porque estaba a tiempo de juntar dos y así quedaba un dedo del final más gordito, que también es lo que suele pasar. Terminé haciéndote la planta cosquilleable, para que cuando pase por ahí otro día te dé esa sensación en la que no sabes si reír, encoger los deditos del pie, apartarlo o disfrutar...

Ya que te había dibujado de cintura para abajo, siguiendo las risas y caricias y tarde agradable (¡feliz, incluso!) de sábado, pensé que bien podía moldearte la espalda también, y quitamos la camiseta porque no estaba segura de poder dibujarte la piel suave suave que tienes si te la dejabas puesta mientras te dibujaba. Así que en vaqueros, boca abajo y ya sin la camiseta, te dibujé desde el cuello a los hombros, la curva que nace ahí, camino del hombro, marcada pero sin contracturas. Después, tirando recto hacia abajo, te dibujé el contorno de la espalda -en ese trozo en el que tu piel es infinitamente suave, tan TAN acariciable y mordisqueable y besable y más ables que no voy a detallar-. Y al final de la espalda, dibujé un ensanchamiento leve, lo justo para que hiciera una curva ligera en la que te dibujé el michelín chiquito que alimentamos en estos días de cuarentena. Ya, ya sé que en las portadas del Men's Health no les dibujan con ese michelín, pero si no se lo ponía no iba a poder hacerte la tripita amplia que me gusta acariciar, en la que me gusta hacer pedorretas a veces, lamerte otras, y en la que seguro que también guardas ese corazón grande que no te cabe en el pecho y se te multiplica dentro porque conozco poca gente que quiera tanto y tan bonito como tú. No quería arriesgarme a que todos esos corazones tuyos que parecen brillar y chisporrotear no encontrasen sitio un día cualquiera y tuvieran que encogerse apretaditos y sin casi respirar...

Pero estábamos aún en tu espalda, porque entre las mismas caricias y sonrisas quise aprovechar para dibujarte también lunares, casi todos marrones, de distintos tamaños, algunos casi como un punto ligero, otros más grandes, un par con relieve. Y un puñadito, chiquitos chiquitos y dispersos casi al azar, cambiando al color rojo. Más arriba, cerca de los hombros, en vez de hacerte lunares así marcados e individuales, quise sembrarte un poco de pecas inesperadas, así que probé a hacerlo también. Y por último, para comprobar si necesitabas que te añadiera más puntitos de sensibilidad, probé a que averiguaras con cuántos dedos te estaba tocando en esa espalda suave, tan tuya, recién dibujada y a la vez tan conocida. No estoy 100% segura de que sea la espalda más bonita del mundo, pero es la espalda más bonita que me salió imaginar esta tarde.

Aún quedaba tarde por delante, así que también quise dibujarte, moldearte, acariciarte... boca arriba. Y dancé por tu tripa y tu pecho mientras iba dejando detalles, vello, lunares nuevos, deseos antiguos. Y entre ese danzar de dedos, manos, labios, estabas también tan a gusto que me disculpaste una pequeña travesura en el ombligo: dibujarte dentro un imán para las pelusas, que parece fastidioso pero luego verás como nos da años de risas y frases recurrentes como esa de "¡con las pelusas de tu ombligo haremos un jersey!"

Quise acabar por la parte que ya había dibujado la noche anterior, con la que empezaba esta entrada, cuando tú dormías y yo recién empezaba el día acariciando tu cara sin tocarte, para no despertarte. Hoy sí, despierto, me paseé por tu rostro, acentuando unos rasgos, poniendo suaves otros, queriéndote todos. Ojos, pestañas, cejas, pómulos, mejillas, barbilla, labios, nariz... ningún trocito quedó sin revisar. Luego, ya terminando, hice una elección que no sé si te acaba de convencer (¡pero es que estás tan bonito así...!) Como Diosa dibujanta amateur (no sé si les pasa a todas, no tengo información), igual que me habían dado una bolsa de lunares que dibujarte y no podía usar más de los que había en ella, también tenía restringida la cantidad de pelo que podía poner en la cabeza. Y sé que antes, cuando nos conocimos, tenías más pelo que acariciarte y donde enredar mis dedos, y en el resto de la cara eras barbilampiño, casi sin nada ni que afeitar más que cada seis o siete días... Pero mientras te dibujaba, probé a ponerte barba, chiquito... y te queda tan tan bonita (y más que bonita, también tan sexy, tan atractiva, tan deseable, tan ñam y roargh y lo que quieras) que la verdad es que usé bastante del pelo que me habían reservado. Y yo veo el resultado y con una seguridad aplastante creo que repartirlo así es un acierto porque no te recuerdo tan guapo como hoy, como esta misma tarde, en todos estos catorce años y un par de meses que llevamos compartiendo camino, y risas y piel y complicidades y lo que siga surgiendo... pero es verdad que quizá debí preguntarte antes de tomar la decisión (perdona, sol).

No sé si sabes verte como yo te veo, no sé si alguna vez te entrarán inseguridades, te sentirás pequeño, te compararás... No lo sé porque a mí a veces me pasa que me siento fea, que me veo gorda, o fláccida, o mal proporcionada, o con una incapacidad de salir decente en las fotos, y desde luego infinitamente menos deseable que cualquier Elle McPherson en un poster de habitación postadolescente. Pero otras, otras me veo en tus ojos, en tu mirada que se llena de deseo, y ahí me hago un poco infinita (con toda la contradicción que pueda tener ser infinita, pero solo un poco). Esas veces en las que eres piel de gallina en mis manos y humedad en mis piernas son las que también me hacen posible otras noches (¡hoy mismo, qué coincidencia!) en la que lo mal que salen unas fotos en las que casi ofendo a Carrie Fisher por querer parecerme a ella, y qué error/horror, es motivo de risa y de cero inseguridad.

Y no, no sé si sabes o si puedes verte como yo te veo, amor. Y tampoco estoy 100% segura de que seas la persona más bonita del mundo (la verdad es que soy poco de certezas, yo). Pero eres, confirmado-verificado-asegurado (aquí sin dudas) la persona más bonita que he podido imaginar esta tarde.

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