viernes, junio 07, 2013

De guillotinas y Reinas de Corazones

- ¡Cállate la boca! -gritó la Reina, poniéndose de color púrpura
- ¡No quiero! -dijo Alicia.
- ¡Que le corten la cabeza! -chilló la Reina a grito pelado.

Nadie se movió.

(Alicia en el País de las Maravillas - Lewis Carroll)

A veces me junto con ese grupo de gente con el que suenyo con mundos nuevos y, entre risas y cervezas, hablamos de la lista de candidatos a reutilizar con su cuello la famosa guillotina francesa, de aquellos a los que (quizás no hablemos en serio, o quizás sí) destinaríamos a los primeros puestos entre la larga lista de políticos, banqueros, corruptos, policías sádicos, etc, etc... que a veces parecen hacer méritos para ser guillotinados.

Pero no, hoy no vengo a hablar de ellos, de esa indignación natural ante lo que están haciendo con mi tierra, con nuestros servicios públicos, ante el ver partir demasiado lejos a tantos amigos que no encuentran futuro aquí.

Hoy siento que una de las primeras cabezas que destinaría a ese puesto de honor en la guillotina, si pudiera, sería la que llevo yo misma encima de mis hombros. Esta cabeza que me hace ser la Reina de Corazones y la Alicia del mismo cuento, gritándome de un oído a otro aquel ¡que le cooooorten la cabezaaaaa!, y esperando que alguien aparezca a continuación para liberarme de tanta tormenta, de este agotamiento mental que se vuelve también físico, de esta confusión de no encontrar las palabras que me desenreden por dentro ni la fuerza para salir de la cama a que me dé el sol. "Nadie se movió".

Querría otra cabeza sobre mis hombros, una que no se acongojara a las primeras de cambio, que no se hiciera chiquita cuando los problemas vienen de frente, una que no se rebelara contra su duenya y que navegara en el mismo barco que yo, en vez de agujerearme el bote para que sólo pueda achicar agua, sin tomar rumbo alguno mientras me hundo.

¡Que le cooooorten la cabezaaaaa!, decía la Reina de Corazones. Tachadme de hereje si murmullo suavemente esas palabras en el autobús o mientras me quedo dormida en la cama, a modo de particular rezo, "venga a mí mi reina, hágase su voluntad, que me corten la cabeza..." Porque estoy tan cansada, porque no consigo frenarme, porque necesitaría una cabeza nueva y ante la imposibilidad de ello, prefiero una cabeza hueca antes que esta que me sacude por momentos.

Pero ni hay guillotinas aún ni he encontrado el teléfono, dirección de correo electrónico, Twitter o Facebook de la Reina de Corazones. La monarquía, que no le gusta mezclarse con la plebe.

En fin... me consuelo pensando que sólo soy una Gacela y que pude haber sido una hidra de siete cabezas. Siete cabezas como la mía en vez de una... eso sí que no habría quien lo aguantara, y probablemente a estas alturas del partido todos los Hércules del país estén en la cola del paro en vez de cumpliendo sus doce trabajos, y nadie podría liquidar por mí a mi propia hidra. Si al final tener una sola cabeza, aunque sea ésta, va a ser una ventaja. Ains...

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