No es fácil hacerse una idea de cómo es una persona que te está haciendo danyo. No es fácil porque si ya juzgar a otro entranya un alto riesgo de equivocarse, juzgar desde el dolor, desde el miedo, hace que el riesgo de errar se dispare.
Es totalmente comprensible, y humano, hacernos una idea equivocada de cómo es el otro cuando sólo estamos viendo su peor parte. Como en la película de CRASH, a veces somos capaces de lo peor y de lo mejor en otras ocasiones, y quién somos en realidad es una mezcla de todos nuestros actos, y de las intenciones detrás de nuestros actos. Si sólo nos quedamos con una de las partes, y sólo pudiendo imaginar además la intención real tras el acto que nos danya (y lo normal es que pensemos que ese danyo es un acto deliberado, meditado y consciente, sobre todo si se repite), la imagen que tendremos de esa persona que nos hiere, por fuerza será parcial y distorsionada desde nuestra subjetividad, desde nuestro miedo y dolor.
Pero a veces tenemos la oportunidad de crecernos, de superar el miedo y el danyo y de acercarnos a esa persona desde otra perspectiva. Y descubrimos que ni los buenos lo eran tanto ni los malvados tampoco, que no fuimos los únicos en sufrir o en tener miedo y que la idea que nos habíamos hecho coincidía sólo en parte con la realidad. Sí, nuestro pánico fue claramente real, pero también fue responsabilidad nuestra dar tanto poder a otra persona, porque sin ese poder no hubiera sido capaz nunca de atemorizarnos como lo hizo.
Por suerte, hoy estoy en la segunda etapa. En la que me doy cuenta de que me equivoqué en el juicio que hice, o que al menos sólo podía juzgar la parte oscura que se me mostraba, obviando todo el resto que desconocía. En una etapa en la que nos damos nuevas oportunidades para conocernos, para estar cerca, para desterrar el miedo y poner palabras a los nervios agarrados al estómago. Una etapa de perdón mutuo, de crecimiento personal, de dejar atrás lastre, temores, límites, barreras que hoy se van convirtiendo, con esfuerzo y ganas compartidas, en aire.
Y es curioso cómo se pueden encontrar cosas buenas en quien tanto temíamos y tanto danyo había causado. Cómo es verdad que todos somos capaces de lo mejor y lo peor, según el momento, según las circunstancias. Cómo puede llegar el entendimiento donde menos lo habías pensado. Cómo el miedo acaba cediendo a fuerza de pala de nieve que lo retira de nuestra puerta.
Y hay que disfrutarlo, disfrutarnos. Estoy aprendiendo a hacerlo...