Sin ti...

Los días que pasan,
las luces del alba,
mi alma, mi cuerpo, mi voz, no sirven de nada...
Porque yo sin ti no soy nada,
sin ti no soy nada,
sin ti no soy nada...

(Sin ti no soy nada - Amaral)

Cómo odio ser tan absurdamente dependiente. Mira que he oído veces esta canción con la que empiezo el post, y siempre pienso que es justo lo contrario a lo que yo desearía para mí... pero al final caigo en lo mismo. En que te vas y sufro tu ausencia, y me hago una bolita que sólo espera tu vuelta.

También sé que es el eterno vaso medio vacío o medio lleno. Podría verlo de la otra manera, pensar que he ido a trabajar todos los días, sobreponiéndome a la angustia de cada manyana, a las voces paseándose por mi cabeza, a las ganas de quedarme bajo el edredón las dos semanas, hasta que llegaras, oyera tu llave en la cerradura y tuviera un motivo por el que levantarme. Pero he ido encontrando motivos, aunque fuera una reunión o un pico de trabajo.

Y sigo intentando rescatar que el fin de semana pasado, por ejemplo, estuve acompanyada de principio a fin, encontrando un hueco donde ni sabía que lo tenía, quizá construyendo un vínculo propio donde creía que no lo iba a tener (quizá, sólo quizá... también sé lo que hay -o lo que creo que hay- y no creo que sea bueno esperar más). Y hubo risas, y un juego nuevo, y conversaciones de madrugada.

Pero se me olvida entre la maranya del sentirme sola y entre las voces que casi acusan con ese sin él no eres nada. Y pesa más lo que he dejado de hacer, las buenas intenciones dispersas por el suelo. Porque lo que me propuse, todo eso de hacer cosas que normalmente no hago, incluso de aprender a disfrutar del perrear si se terciaba algún día... pues eso, que ha quedado en agua de borrajas. Que básicamente estos ya casi quince días, los he dedicado a dormir con la culpabilidad del no estar haciendo nada. Que ni he leído blogs, ni he escrito, ni he terminado el libro que empecé hace ya más de un mes, ni he visto en casa las películas pendientes que sólo me gustan a mí, ni he ido una sola vez al cine, ni he visto series, ni nada, vaya. Lo que he hecho ha sido dormirme cada día más pronto que el anterior porque la casa me viene grande, y aun durmiéndome pronto, jugar cada manyana a retrasar el despertador porque era incapaz de levantarme a la hora que debía, aun teniendo el trabajo esperándome, aun sin tener ya suenyo. Y sí, no he faltado a trabajar ningún día, pero he llegado tarde ocho días de diez laborables que ha habido, y algún día tan tarde que directamente debería sonrojarme.

Que lo importante, me lo dice el médico y también en mi trabajo, es que vaya, que no importa la hora a la que sea capaz de ir, pero ir, llegar tarde pero llegar, ser capaz de dar el paso de levantarme de la cama, de salir de casa, de coger el Metro, de sobreponerme a mi cabeza y llegar. Pero yo no lo siento así.

Y bueno, ya vuelves, ya apenas quedan tres días más de hacerme un rebunyo en el sofá, en la cama, tres días de ausencia y de rellenar el tiempo como buenamente pueda. Pero estas dos semanas, aunque sea porque sólo soy capaz de ver la botellas medio vacía, se ha hecho tan patente que sin ti, si no es cierto que no soy nada, al menos sí lo es que soy tanto menos... que me asusta, me hace verme de nuevo chiquita, dependiente, un apéndice. Y yo no quiero ser eso, yo he visto a gente que lo es y me han dado siempre pena., lástima, cuando no directamente rabia. Pero no sé ser más. Y, para colmo, tampoco confío en poder aprender a serlo.

Encuentro con Marcos Ana

Ayer estuve en un acto que habían organizado Comisiones Obreras y la Fundación Sindical de Estudios en el Auditorio Marcelino Camacho. Quería haberlo puesto antes por aquí para darlo a conocer y por si alguien se animaba a ir, pero no encontré el momento, así que en vez de hacer el post de "En la agenda (II)", hago este ahora contando qué tal fue.

Como se ve en la imagen, el acto consistía en un encuentro con el poeta y militante comunista Marcos Ana, del que ya hablé el otro día en el blog, con motivo del abrazo con Eduardo Galeano en la charla a la que asistí de este último. Pero hoy voy a extenderme...

Marcos Ana, que toma el nombre del de sus padres, es el hombre que ha pasado más tiempo en las cárceles franquistas de forma ininterrumpida, en total 23 anyos, entró con 19 anyos en prisión, en mayo de 1939, y salió con 42. Fue torturado y pesaron sobre él dos condenas a muerte. En la cárcel empezó a escribir sus poemas bajo el seudónimo por el que hoy se le conoce. Finalmente, en 1961 salió de prisión y comenzó su periplo por el mundo para denunciar las atrocidades continuas que se sufrían en Espanya, y pronto se le consideró un símbolo de la lucha por las libertades. Fue recibido por jefes de Estado y habló ante distintos Parlamentos; fundó en París un Centro de información y solidaridad con Espanya, y recorrió América Latina recabando apoyos contra los hechos que sucedían en nuestro país, muy activo contra el proceso de los 1001 o el fusilamiento de Julián Grimau.

El acto fue emocionante, estuvo conducido por los actores Juan Diego Botto y Amparo Climent, que leyeron algunos de sus poemas y que presentaron a las distintas personas que subieron al escenario a hablar, entre ellas, el editor del libro de memorias de Marcos Ana, "Decidme cómo es un árbol", que comentó lo mucho que había costado que Marcos se decidiera a recoger en un libro su vida.

Y, claro, también habló Marcos Ana. Sorprendente la lucidez y la vitalidad de un hombre que roza los 90 anyos, y que ha pasado un cuarto de su vida en la cárcel. Como él dijo, el decidirse a hacer el libro que ha hecho viene por la necesidad de recuperar la historia que nos han robado, la de los vencidos, la que no conocemos la mayoría de los jóvenes de hoy. Me sorprendió también su profunda humildad, cómo decía que él no es mejor que los muchos hombres y mujeres sin rostro y sin nombre, que hoy no son recordados por nadie más que sus familiares, pero que también lucharon por la libertad, y también fueron represaliados por ello, sin que a día de hoy hayan recibido ningún reconocimiento institucional. Y cómo decía sentirse un priviligiado porque podía haber estado muchísimos anyos sufriendo en la cárcel, pero cuando salió de ella la vida se le presentó generosa, no como a tantos otros que, después de estar en la cárcel franquista, salían sin nada, tenían que luchar por buscarse un trabajo y no lo encontraban por el tachón que suponía el ser un ex-preso político.

Otra cosa que me llegó fueron las referencias que hacía a los jóvenes, cómo reconocía que el futuro está en nosotros y que somos nosotros quienes tenemos que seguir luchando por hacer del mundo un lugar mejor, más habitable.

También dijo que él ya no viviría para ver todas las transformaciones sociales por las que había luchado, pero que, si antes se decía que todos los caminos llevaban a Roma, él estaba convencido de que todos los caminos llevaban al socialismo, manteniendo la confianza en que nuestras ideas transformarían el mundo en un lugar mejor. Y que la Historia, además, acaba siempre escupiendo a los tiranos a la cara, acaban en el lugar que les corresponde.

Me alegró mucho haberme decidido a ir al acto, haber tenido la oportunidad de escucharle, de oírle compartir sus reflexiones, lo que decía antes, su vitalidad y lucidez. Él acabó el acto recitando uno de sus poemas, yo voy a terminar también este post copiando aquí ese y otros dos más que se leyeron esa tarde. El primero es con el que cerró el acto, los otros dos son algunos de los que se leyeron en el transcurso del acto:

Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.

Que entren la noche y el día,
y la lluvia azul, la tarde,
el rojo pan de la aurora;
la luna, mi dulce amante.

Que la amistad no detenga
sus pasos en mis umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie

Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire.


Mi corazón es patio

Mi vida
os la puedo contar en dos palabras:
Un patio
y un trocito de cielo donde a veces pasan
una nube perdida y algún pájaro
huyendo de sus alas.


¿Cómo es la vida?

Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto de un río
cuando se cubre de pájaros.

Habladme del mar. Habladme
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.

Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.

Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.

(¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?

¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mis losas?)

22 años. Ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma… Escribo
a tientas: "El mar", "El campo"…

Digo "Bosque" y he perdido
la geometría del árbol.
Hablo por hablar de asuntos
que los años me borraron.

...

(No puedo seguir: escucho
los pasos del funcionario).



[Más información sobre Marcos Ana en su artículo en Wikipedia, en la web Recordando a un poeta: Marcos Ana, en el artículo de El Mundo: La Guerra Civil, 70 anyos después. Marcos Ana, o en la entrevista en el Periódico Diagonal.]

La ciencia no necesita tijeras

Hoy quiero hacer una entrada bastante inusual en este blog, tan personal y tan me-miro-el-ombligo, sólo para sumarme a la iniciativa de "La aldea irreductible", protestando por el recorte presupuestario que se plantea para el Ministerio de Ciencia e Innovación Tecnológica, es decir, para I+D, desde el CSIC Recorte que en un principio iba a llegar hasta un 37 % y que parece que finalmente se propone dejar en un 15 %. Recorte que volvería a ponernos en la cola de inversión en I+D entre los países europeos, qué raro, ¿no?

Así que La aldea irreductible nos pedía que el día 7 nos sumásemos a esta petición por el mantenimiento del presupuesto en Ciencia en nuestro país. Porque la ciencia no necesita tijeras, necesita apoyo para que nuestros científicos puedan desarrollar sus investigaciones, su trabajo. Para que podamos seguir haciéndonos todas esas preguntas necesarias para evolucionar, para que podamos seguir encontrando respuestas que nos lleven a nuevas preguntas. Para poder comer seguros de lo que comemos, para que podamos seguir navegando por Internet, compartiendo información con China o Paraguay -y ellos con nosotros-. Para poder vacunar a nuestros ninyos. Para que la investigación biomédica siga adelante, para vivir mejor. Para que no nos contentemos con que sean otros los que avancen, y nosotros, siempre a la cola, tengamos que comprar patentes, ir continuamente al rebufo de los demás.

Para que nuestros novios/as, hermanos/as, amigos/as, esos que sienten la vocación de ponerse una bata blanca (o no, que la investigación no es sólo la que se hace con batas blancas!), no tengan la obligación de coger un avión y marcharse lejos, a algún sitio donde puedan llevar a cabo unas investigaciones, un trabajo... para el que aquí no hemos dejado presupuesto.

Por todo eso y mucho más... la ciencia no necesita tijeras.

[Más de 800 blogs se han hecho eco de esta iniciativa... por ejemplo el de Cartas a la República de Barataria (gracias al que conocí la idea), el de Fogonazos, que además ha escrito este otro artículo, o el de Testamento Vital. ¡Todavía estás a tiempo de unirte!]

Amenaza versus Promesa

Después del fracasado intento de asistir a la presentación del último libro de Amin Maalouf, "El desajuste del mundo. Cuando nuestras civilizaciones se agotan" (la sala se llenó a cinco personas de que nos tocara entrar; y aunque pusieron una sala abajo donde se retransmitía el acto en una pantalla, era sin traducción, y mi nivel -básico- de francés no alcanza ni de lejos a entender una conferencia, así que, como llegamos, nos fuimos), el martes pasado fui con un amigo a la entrega de la medalla del Círculo de Bellas Artes al escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Me arrepentí de no haber llevado papel y boli para quedarme con muchas de las frases que dijo Galeano, especialmente en la segunda parte del acto, la conversación que mantuvo con el también escritor y periodista Juan Cruz. Muchas eran frases para el recuerdo, pero precisamente mi mala memoria hace que no se me hayan grabado con precisión.

Podéis encontrar un resumen del acto, con extractos de lo que dijo Galeano, en un par de noticias que he encontrado por ahí: "Eduardo Galeano critica la dictadura del miedo en tiempos de crisis" o "Eduardo Galeano recibe medalla en Madrid".

Habló mucho de la memoria, de que aunque el olvido es un derecho, la desmemoria es peligrosa y el ejercicio de recordar, incluso la memoria del dolor pasado, es más necesario aún cuando hablamos de la Historia de los pueblos, más allá de la pequenya historia personal. Sin memoria las heridas cicatrizan en falso.

Y dijo también, cuando hablaba de esa dictadura del miedo que se recoge en las noticias que he citado antes, que hoy se nos presenta al prójimo casi siempre como una amenaza en vez de como una promesa. Eso me lo guardé, porque me parece especialmente interesante... que es verdad que nos protegemos frente a los demás demasiadas veces, creamos corazas protectoras por el danyo que pueden hacernos cuando los demás, en muchas ocasiones, no son tanto amenaza como promesa, no tanto peligro como oportunidad.

Y yo, ya sabéis, con mi acusada tendencia a mirarme el ombligo, pensé que yo quizá no lo haga tanto con respecto a los demás, lo de defenderme e ir con el escudo en la mano por lo que pueda pasar... pero sí que trato como peligroso y no oportunidad al futuro desconocido. Ante algo nuevo, suelo ponerme en lo peor y muchas veces -la gran mayoría- la realidad no se descubre tan mala como yo la había imaginado. El futuro, supongo, puede verse también como amenaza o promesa, como peligro u oportunidad, y yo suelo decantarme por la primera opción, sin darle (darme) muchas... oportunidades, valga la redundancia.

La frase de Galeano me hizo pensar. No sólo en lo que él quería referirse, ese sentir que el prójimo puede ser más promesa que amenaza, sino también en cómo los retos, los desafíos, pueden descubrirse como oportunidadades en vez de peligros. Pensaba en este mes de octubre, cuando mi chico se irá de viaje -otra vez- dos o tres semanas, y cómo esto puede ser una ocasión de demostrarme que puedo valerme sin él, manejar la situación, acudir a más actos, hacer cosas que no hago normalmente por estar más tiempo con él... una oportunidad de descubrirme fuerte e independiente, más autónoma, contrarrestando la amenaza de una nueva caída, de perderme yo sola, de que la casa se me venga encima y el tiempo pase tan lento y pesado que me aplaste.

Habría más cosas que contar del acto del martes. Lo emocionante que fue el abrazo que se dieron Galeano y el poeta Marcos Ana, poeta y militante comunista que pasó 23 anyos en las cárceles franquistas en los tiempos de la dictadura, y que acudió también a ver la entrega de la medalla, sentado en primera fila, vital con sus casi 90 anyos -y una vida difícil pero plena- encima. O la anécdota del día, cómo un hombre con más cara que espalda se sentó en la segunda fila (asientos reservados) y decidió no moverse de ahí pese a los intentos de distintas personas de la organización que le instaban a dejar libre ese sitio... pero nada, el se quedó ahí, después de gritar senyalándonos al resto de asistentes, "¡Todos somos personalidades!". Creo que fue el momento que más le gustó al amigo que me acompanyaba... :-)

Pero hoy me voy a quedar con la frase que he comentado. Que el prójimo puede ser una promesa en vez de una amenaza. Y anyadirle que el futuro, que lo que desconocemos, puede también serlo. Promesas versus amenazas. Oportunidad versus peligro. Otra lección que aprender.