Locas de alegría (una reseña no académica)
Beatrice (Valeria Bruni Tedeschi) es una rica condesa que no se calla ni debajo del agua y que está convencida de ser una de las personas más influyentes de las esferas políticas a escala mundial. Comparte institución psiquiátrica con la misteriosa Donatella (Micaella Ramazzotti), una joven llena de tatuajes y cuya personalidad es vulnerable e introvertida. A raíz de compartir terapias en Villabiondi, el centro mental en el que residen, trabarán una amistad atípica que les hará embarcarse en una emocionante e imprevisible aventura que dejará al descubierto ese manicomio al aire libre que hay en una sociedad aparentemente cuerda. (Sinopsis extraída de ECartelera.com)
Hace unas semanas fui a ver esta película, Locas de alegría, a un cine de mi barrio que tienen pelis en versión original. Este post no pretende ser una crítica cinematográfica a la película, ya hay varias por la red, sino una visión personal, desde mi experiencia y alejada de cualquier pretensión académica.
He leído varias de esas críticas que comento, algunas la ponen bastante regular, dos o tres estrellas, aunque en Italia Locas de Alegría ha ganado el premio a mejor película este año en sus premios de cine, además de otros cuatro David de Donatello (sus Oscar/Goya) a mejor director, mejor actriz protagonista, mejor guión y mejor escenografía.
Fui a verla con varias compañeras y compañeros de un colectivo de activismo y apoyo mutuo en salud mental en el que participo, todos con experiencia en primera persona en convivir con problemas de salud mental. También vino un compañero ajeno al colectivo, pero con el que he compartido otros activismos y, no sé si por nuestras conversaciones compartidas, sí tiene sensibilidad hacia el tema de la salud mental además de tener cierta sensibilidad feminista. A todos y todas nos encantó la película. Y cuento esto porque he leído algunas frases en críticas (las oficiales, las académicas) que creo que se hacen desde la lejanía hacia estos temas, desde la distancia y puede que el desconocimiento, no desde la empatía.
Una de estas críticas decía: "La película de Paolo Virzi es una comedia que no divierte y una tragedia que no conmueve, emocionalmente inestable e ideológicamente descentrada." Todas las que la vimos, especialmente las mujeres, desde la experiencia compartida entre nosotras y con las protagonistas de la película, por supuesto que nos conmovimos y conectamos emocionalmente con ellas. Por eso, sólo entiendo esa frase en una crítica hecha desde la distancia del creerse a salvo de vivir una experiencia similar, la distancia del pensarse sano o cuerdo y desde ese pedestal que a algunos les da su cordura, tener cierta incapacidad para conectar con la locura (y también el dolor que está en su origen) que vemos en pantalla.
La película a mí me recordó alguna vez a la peli Inocencia Interrumpida, y muchas otras a Thelma y Louise, a la que tiene alguna escena de claro homenaje. Sí, quizá Beatrice y Donatella son las Thelma y Louise locas de 2017, que chocan en momentos, otros se toleran, pero también se necesitan y juntas aprenden a escucharse, cuidarse, apoyarse. Sororidad loca, ¿por qué no?
Es difícil que la locura, los ingresos, los delirios, la ideación suicida... se traten bien y con sensibilidad en la mayoría de productos culturales que consumimos. Quizá porque (casi) nunca los hacemos nosotros, los locos y locas. En este caso, al menos hay sensibilidad, al menos las locas no están puestas ahí para dar pena, o para que nos riamos de ellas, o para que desconfiemos o las temamos (aunque sí nos sacan unas cuantas sonrisas a lo largo de la película, y también unas cuantas lágrimas). La pareja protagonista son mujeres que tienen una historia de dolor y soledad que las ha roto, y especialmente una de ellas arrastra una culpa (¡ay, la culpa, tan femenina, tan limitante, tan dañina y tan común en nuestras historias de vida!) que la acompaña eternamente y explica tanto ese dolor intenso que siente y nos muestra en pantalla.
La película también nos habla, sin perder sensibilidad, empatía, cercanía... de maternidades y salud mental, del miedo constante a fallar, a hacerlo mal (demasiadas veces alentado y aumentado por los distintos profesionales de salud mental con los que nos vamos cruzando y nos van tratando -que no curando, ni cuidando- en nuestro camino) de la falta de apoyo y la inmensa desconfianza en nuestras capacidades a la que nos enfrentamos las mujeres que tenemos problemas de salud mental y decidimos a pesar de ello ser madres, de cómo a veces los servicios sociales son más amenazantes y así los percibimos, que proveedores de ese apoyo extra que quizá algunas de nosotras necesitaríamos llegado el caso de una racha más dura o difícil. En algún momento se hace patente el sinsentido de los protocolos que se llegan a seguir, pero no quiero desvelarlo todo porque me gustaría animaros a ver una película que creo que vale mucho la pena.
Yo salí removida, pensativa, dolorida... pero contenta de haber ido a verla, contenta de haber compartido la experiencia con compañeras con las que trabajo por intentar que algunas situaciones de las que se habla en la película no sigan dándose en el futuro, en nuestro futuro y el de muchas otras locas y locos. Compartir, como digo, la experiencia de ver y emocionarnos con este película, con algunas mujeres con las que trabajo también en lo personal que me afecta a mí directamente, y me ayudan a tener más cerca ese día en el que pueda subvertir las variadas y limitantes profecías que se me han hecho desde manuales de psiquiatría y desde profesionales de salud mental, sobre mi vida (cosa que ya vengo haciendo en los últimos tiempos), y llegue en efecto no solo a ser madre a pesar de mis problemas ¿crónicos? (¿desmentiré eso también?) de salud mental, sino, yendo más allá, a ser buena madre.
A fecha de hoy, la película sigue estando disponible en cines de nueve ciudades españolas, así que si podéis permitíroslo económicamente, os animo a incluir ese cine en los planes de este puente. Y si no, bueno, siempre hay vías alternativas ;-) Yo, después de haberla visto, y ya os digo que haciendo un poco caso omiso a algunas críticas que he leído, solo puedo recomendarla vivamente.
[Como aclaración final, sobre el lenguaje que empleo al denominar locas a las protagonistas de la película y al denominarme a mí misma así también... creo que reapropiarnos como sujetos políticos de palabras que otros han dirigido hacia nosotros y nosotras, palabras que usaban (y en pleno 2017 aún muchos siguen usando) para insultarnos, invalidarnos, infantilizarnos, quitarnos nuestra voz... usarlas, reapropiárnoslas, dotarlas de valor, reivindicarlas como propias... tiene una inmensa fuerza política. Es un camino que ha hecho antes que nosotros y nosotras la comunidad LGTB, buenísimo referente de lucha, que en su día ya se reapropió de términos también usados como insultos, como bollera, marica, queer... Si os interesa, lo explica más y mejor Elena Álvarez Mellado en su artículo "Teoría marica o el insulto como bandera".
No siempre me he denominado así, creo que el lenguaje y la narrativa que construimos acerca de nosotras mismas también evoluciona en paralelo a nuestro propio proceso personal y no se debe forzar desde fuera, pero en el proceso que yo estoy siguiendo y la narrativa que uso sobre mí misma y con la que me explico a mí y a los demás, hace tiempo que prefiero pensarme como "loca" con este sentido político que os explicaba, antes que como "enferma mental", que ya no uso para mí porque sentía que me limitaba más, me situaba en posición pasiva y con unas limitaciones supuestamente eternas que están demostrando no ser tales, a pesar de esas profecías de las que hablaba antes. Y creo que con el lenguaje no sólo contamos la realidad, también contribuimos a construirla.]
Una de estas críticas decía: "La película de Paolo Virzi es una comedia que no divierte y una tragedia que no conmueve, emocionalmente inestable e ideológicamente descentrada." Todas las que la vimos, especialmente las mujeres, desde la experiencia compartida entre nosotras y con las protagonistas de la película, por supuesto que nos conmovimos y conectamos emocionalmente con ellas. Por eso, sólo entiendo esa frase en una crítica hecha desde la distancia del creerse a salvo de vivir una experiencia similar, la distancia del pensarse sano o cuerdo y desde ese pedestal que a algunos les da su cordura, tener cierta incapacidad para conectar con la locura (y también el dolor que está en su origen) que vemos en pantalla.
La película a mí me recordó alguna vez a la peli Inocencia Interrumpida, y muchas otras a Thelma y Louise, a la que tiene alguna escena de claro homenaje. Sí, quizá Beatrice y Donatella son las Thelma y Louise locas de 2017, que chocan en momentos, otros se toleran, pero también se necesitan y juntas aprenden a escucharse, cuidarse, apoyarse. Sororidad loca, ¿por qué no?
Es difícil que la locura, los ingresos, los delirios, la ideación suicida... se traten bien y con sensibilidad en la mayoría de productos culturales que consumimos. Quizá porque (casi) nunca los hacemos nosotros, los locos y locas. En este caso, al menos hay sensibilidad, al menos las locas no están puestas ahí para dar pena, o para que nos riamos de ellas, o para que desconfiemos o las temamos (aunque sí nos sacan unas cuantas sonrisas a lo largo de la película, y también unas cuantas lágrimas). La pareja protagonista son mujeres que tienen una historia de dolor y soledad que las ha roto, y especialmente una de ellas arrastra una culpa (¡ay, la culpa, tan femenina, tan limitante, tan dañina y tan común en nuestras historias de vida!) que la acompaña eternamente y explica tanto ese dolor intenso que siente y nos muestra en pantalla.
La película también nos habla, sin perder sensibilidad, empatía, cercanía... de maternidades y salud mental, del miedo constante a fallar, a hacerlo mal (demasiadas veces alentado y aumentado por los distintos profesionales de salud mental con los que nos vamos cruzando y nos van tratando -que no curando, ni cuidando- en nuestro camino) de la falta de apoyo y la inmensa desconfianza en nuestras capacidades a la que nos enfrentamos las mujeres que tenemos problemas de salud mental y decidimos a pesar de ello ser madres, de cómo a veces los servicios sociales son más amenazantes y así los percibimos, que proveedores de ese apoyo extra que quizá algunas de nosotras necesitaríamos llegado el caso de una racha más dura o difícil. En algún momento se hace patente el sinsentido de los protocolos que se llegan a seguir, pero no quiero desvelarlo todo porque me gustaría animaros a ver una película que creo que vale mucho la pena.
Yo salí removida, pensativa, dolorida... pero contenta de haber ido a verla, contenta de haber compartido la experiencia con compañeras con las que trabajo por intentar que algunas situaciones de las que se habla en la película no sigan dándose en el futuro, en nuestro futuro y el de muchas otras locas y locos. Compartir, como digo, la experiencia de ver y emocionarnos con este película, con algunas mujeres con las que trabajo también en lo personal que me afecta a mí directamente, y me ayudan a tener más cerca ese día en el que pueda subvertir las variadas y limitantes profecías que se me han hecho desde manuales de psiquiatría y desde profesionales de salud mental, sobre mi vida (cosa que ya vengo haciendo en los últimos tiempos), y llegue en efecto no solo a ser madre a pesar de mis problemas ¿crónicos? (¿desmentiré eso también?) de salud mental, sino, yendo más allá, a ser buena madre.
A fecha de hoy, la película sigue estando disponible en cines de nueve ciudades españolas, así que si podéis permitíroslo económicamente, os animo a incluir ese cine en los planes de este puente. Y si no, bueno, siempre hay vías alternativas ;-) Yo, después de haberla visto, y ya os digo que haciendo un poco caso omiso a algunas críticas que he leído, solo puedo recomendarla vivamente.
[Como aclaración final, sobre el lenguaje que empleo al denominar locas a las protagonistas de la película y al denominarme a mí misma así también... creo que reapropiarnos como sujetos políticos de palabras que otros han dirigido hacia nosotros y nosotras, palabras que usaban (y en pleno 2017 aún muchos siguen usando) para insultarnos, invalidarnos, infantilizarnos, quitarnos nuestra voz... usarlas, reapropiárnoslas, dotarlas de valor, reivindicarlas como propias... tiene una inmensa fuerza política. Es un camino que ha hecho antes que nosotros y nosotras la comunidad LGTB, buenísimo referente de lucha, que en su día ya se reapropió de términos también usados como insultos, como bollera, marica, queer... Si os interesa, lo explica más y mejor Elena Álvarez Mellado en su artículo "Teoría marica o el insulto como bandera".
No siempre me he denominado así, creo que el lenguaje y la narrativa que construimos acerca de nosotras mismas también evoluciona en paralelo a nuestro propio proceso personal y no se debe forzar desde fuera, pero en el proceso que yo estoy siguiendo y la narrativa que uso sobre mí misma y con la que me explico a mí y a los demás, hace tiempo que prefiero pensarme como "loca" con este sentido político que os explicaba, antes que como "enferma mental", que ya no uso para mí porque sentía que me limitaba más, me situaba en posición pasiva y con unas limitaciones supuestamente eternas que están demostrando no ser tales, a pesar de esas profecías de las que hablaba antes. Y creo que con el lenguaje no sólo contamos la realidad, también contribuimos a construirla.]
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