El pasado anyo ya valoramos la posibilidad de ir a Atenas de vacaciones, incluso miramos opciones que combinaban algunos días en Atenas y otros de estancia en las islas, pero los precios eran demasiado elevados y tuvimos que descartarlo. Este anyo volvimos a la carga y encontramos una oferta interesante para estancia de una semana en Atenas, así que allí nos fuimos de cabeza. Mi chico ya había estado en la ciudad por trabajo, así que esta vez, al contrario de cuando estuvimos en Marrakech y Essaouira, él pisaba terreno conocido y yo no.
Vista del Partenón en la Acrópolis
Han sido unas vacaciones cansadas pero intensas e interesantes. El primer día quizá nos dimos demasiada paliza -mis pobres piernas la acusarían luego-, pero disfruté como una ninya viendo la Acrópolis (eso sí, con el Partenón lleno de andamios y grúas porque está siendo permanentemente rehabilitado), el Erecteion con su pórtico de las Cariátides (son copias de las originales, éstas se encuentran -menos la que permanece en el British Museum junto con gran parte de los frisos del Partenón, que aún hoy los griegos siguen reclamando- en el Nuevo Museo de la Acrópolis, un gran edificio acristalado recientemente inaugurado y que está a los pies de la ladera por la que se sube a la Acrópolis), y hasta me hice una foto con el pequenyo olivo plantado junto al Erecteion, que la leyenda dice que nació allí donde Atenea clavó su lanza mientras se disputaba la ciudad de Atenas con Poseidón.
Templo de Hefestos (Theseion) en el ágora griega
Ese primer día también visitamos varios monumentos más, ya fuera de la Acrópolis. Entre ellos, los restos del templo de Zeus Olímpico, imponente por su tamanyo -y mucho más aún debió de serlo en su día-, y del que me pareció muy curioso que se conserva en el suelo una columna que fue derribada hace tiempo por un rayo en una tormenta. Y además, nos acercamos al antiguo ágora griega o
ancient agora, donde se ha reconstruido una importante columnata o Stoa, y donde también se puede ver el Templo de Hefestos o Theseion, mandado construir por Pericles, uno de los templos mejor conservados de Grecia, aunque bastante más chiquito que el Partenón.
Puede que Atenas, como ciudad, no sea especialmente bonita. Gran parte del centro está sucio, es ruidoso y caótico... pero luego está el barrio de Plaka, con sus tienditas y terrazas para comer o cenar al aire libre, calles estrechas por donde perderse y encontrarse, u otras calles más anchas que rodean la ladera de la Acrópolis, de forma que, de día o de noche, iluminada, siempre parece gobernar la ciudad... y todo eso tiene un encanto innegable en el que te puedes abstraer.
Teatro de Epidauro
En la semana de estancia que estuvimos, también nos dio tiempo a hacer algunas excursiones fuera de Atenas. Así, visitamos la ciudad de Micenas, donde atravesamos la puerta de los leones y subimos a ver los restos de lo que fue la cuna de la civilización micénica, donde vivió Agamenón, el rey que destruiría Troya según los relatos de Homero. También estuvimos en el teatro de Epidauro, increíblemente bien conservado, con una acústica impresionante, con capacidad para catorce mil personas y donde aún hoy se representan todos los veranos las tragedias griegas de la época clásica.
Santuario de Apolo - Oráculo de Delfos
Otra de las excursiones que hicimos nos llevó hasta los restos del Oráculo de Delfos, el que fuera santuario de Apolo. No queda demasiado en pie de lo que fue un santuario esplendoroso, lleno de ofrendas de los distintos pueblos que acudían a preguntarle a las sacerdotisas, la mayoría de los restos bien conservados se han llevado al museo anexo al santuario, que merece la pena una visita. Pero aunque del templo original apenas queden en pie unas columnas, el entorno es lo bastante impresionante como para quedarse un rato sentada, imaginando que no ha pasado el tiempo.
Canyón en la isla de Hydra
Otro día quisimos desquitarnos por no haber ido a las islas -Mykonos, Santorini-, y cogimos un mini crucero de un día que visitaba tres islas del Golfo Sarónico: Poros, Hydra y Egina. Unas islas chiquitas y lo suficientemente cercanas como para poder hacer todo el trayecto en un día y volver a dormir a Atenas. La pega fue que se pasaba poco tiempo en cada isla, y me hubiera gustado pasear más por ellas, especialmente por Hydra, muy bonita, y en la que el único medio de transporte permitido es el burro, ni coches, ni autobuses ni cualquier otro vehículo motorizado. En Egina, además, probamos el apertivo típico de Grecia, el Ouzo, una especie de anís bastante fuerte que muchos toman rebajado con agua bien fría, y picoteando pescado frito, pulpo o gambas a la plancha.
Atardecer en Cabo Sunion
Y finalmente quería traeros algunas imágenes de una tarde deliciosa que pasamos. Ya antes de coger el avión que nos llevaría a Atenas, nos habían hablado del Templo de Poseidón, en el Cabo Sunion, a hora y media larga de la ciudad. Es un enclave bastante especial, con el templo situado sobre un cabo elevándose al borde del mar, con unos atardeceres espectaculares. El sol poniéndose sobre el mar, el templo con destellos dorados en sus columnas... así que decidimos ir por nuestra cuenta, un poco a la aventura. Encontramos en la guía de dónde salían los autobuses, allá que nos fuimos y cogimos uno que nos llevó a Sunion (y aunque la última media hora estuviera llena de mis dudas sobre si íbamos a llegar efectivamente al destino esperado, llegamos bien).
Templo de Poseidón en Cabo Sunion
No sé si porque llevaba demasiado -siempre es demasiado- sin ver el mar así, tan inmenso, tan azul primero y luego con esos tonos anaranjados y rojizos... pero fue seguramente uno de los mejores momentos del viaje, ese atardecer con mi chico, sobre el mar... Aunque hubiera veinte o treinta personas más, fuimos capaces de abstraernos del resto y disfrutar de nuestra companyía bajo esas últimas luces del sol.
Atardecer desde Cabo Sunion
A la vuelta, cuando mi chico me preguntaba qué era lo que más me había gustado del viaje, el Templo de Poseidón y el atardecer en Cabo Sunion iba en cabeza. Y luego, quizás, el Templo de Hefestos en el ágora griega de Atenas, la pequenya isla de Hydra o callejear por Plaka.
En fin... éste es un post-álbum de vacaciones de este verano (aunque aún nos queda una semana a partir del miércoles próximo en la playa, para descansar de éstas, que han sido bastante agotadoras :) Unos pedacitos de lo que fue esa semana buceando entre restos de lo que fueron sus vidas hace dos mil quinientos anyos, y más aún. Acordándome de Eugenio, un estupendo profesor que tuve en el instituto ensenyándome cultura clásica, latín o historia del arte. Una semana, ya digo, cansada pero intensa... y que también, como otros pequenyos grandes viajes que he hecho en este tiempo, tenía que tener su hueco en el blog :-)
[En esta ocasión y aprovechando las centenares de fotos que nos lanzamos a hacer en estos siete días, las imágenes que hay en este post son nuestras. La mayoría pueden verse más grandes haciendo click en ellas.]