Naufragio
Y llega la tormenta, de noche, como hacen todas las tormentas, traidoras. Piensas si debiste de haberlo supuesto, si el cielo gris debiera haber sido senyal de alarma, piensas en lo que debiste ver y no viste. Pero no importa ya, la tormenta está sobre tu cabeza, sobre tu barco que se hace chiquito y parece mucho más endeble de lo que supusiste al subir en él.
Y naufragas, claro. El barco se anega, lloras de miedo y tus lágrimas suben aún más rápido el nivel del agua, las velas se rasgan y el timón se pierde -y tú con él-. Te golpeas contra la pared, te clavas una madera rota que te hace sangrar, el viento arrecia y en una de las sacudidas acabas lanzada a las aguas heladas de un mar embravecido, asesino.
Piensas que está todo perdido. No lamentas haber emprendido el viaje porque creías en él, pero sabes que la ciudad ya no te espera, no vas a llegar. Te preguntas cómo será dormirse arrastrada por la corriente, cómo será la sensación de tus pulmones cambiando oxígeno por agua. Primero tienes miedo, luego sólo eres tristeza, más tarde resignación. Te hundes, te ahogas, te vas.
...pero no sabes cómo, no podrías explicar cómo lo hiciste, cómo encontraste la manera después de rendirte... pero te descubres flotando. Sin rumbo, por supuesto, no pides imposibles... pero flotas. Y a veces una ola viene y te pasa por encima, y toses, agua en la nariz, ojos que pican... pero flotas. Sorprendente. Sabes nadar, incluso en un mar hostil.
Y así pasa tiempo, y más tiempo y más tiempo aún. En el que simplemente flotas sin saber hacia dónde, sólo navegas a la deriva sin hundirte, a veces luchando contra un mar que se alza salvaje, a veces dejándote mecer por las olas suaves que deciden tu camino.
Y tras mucho tiempo, y más tiempo y más tiempo aún... sorprendes la costa en la lejanía. Sin poder creerlo, ves que las olas te arrastran hacia allí. Te miras y ya no eres la Tú que emprendió el viaje ilusionada, estás descolorida, cansada, has dejado mucho de ti en el Naufragio... pero no te has perdido -no del todo-. Seguiste el camino de la única manera que encontraste, sólo flotando, y hoy llegas a un destino que no era el inicial, pero que también sabe acogerte.
Porque cuando pierdes tu Destino, quizá -sólo quizá-, hay otros Destinos que puedes hacer propios. Porque incluso tras un Naufragio quizá -sólo quizá- hay maneras de reemprender tu Viaje. Me lo ha dicho un patito de goma...
[En enero de 1992, un barco cargado de patitos de goma amarillos, entre otros juguetes, naufragó en el Atlántico en medio de una tormenta, perdiendo parte de su carga. Desde entonces, los patitos comenzaron un viaje alternativo al inicialmente previsto, flotando sin rumbo, dejándose llevar por las corrientes marinas. Un grupo de oceanógrafos siguió su pista, y se valieron del camino que trazaban los patos para estudiar dichas corrientes marinas, contando con la colaboración popular de gente anónima que informaba cuando en una costa se producían nuevos hallazgos de patitos de goma amarillos varados en la arena, finalizado su viaje.
Catorce anyos después, sigue habiendo patos provenientes de aquel naufragio que tocan tierra en distintos puntos del planeta. Siguiendo su camino, se ha visto que han cruzado placas de hielo, el Atlántico entero, muchos han llegado a Alaska y más allá... y seguro que más de uno ha provocado una sonrisa, patito que encuentra su Destino allá donde no pensó llegar, ninyo que descubre un regalo inesperado entre las olas.
Post obviamente inspirado por la historia real del naufragio de los patitos de goma, según cuenta el anuncio de la última campanya de Seat, y según han recogido artículos de periódicos o varios blogs.]
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