Leyendo... (III)
Pero este post va para uno de los últimos libros que leí en el 2009, que me encandiló, me atrapó desde las primeras páginas, y lo terminé casi con pena porque se hubiera acabado tan pronto. Una gozada de libro, al menos para mí.
El libro en cuestión se llama"La soledad de los números primos", y es la historia de dos soledades que se entrecruzarán y que incluso caminarán cerca en momentos, pero sin estar destinadas nunca a juntarse lo suficiente como para dejar de ser eso, soledades. A través de capítulos que se desarrollan cada uno en momentos distintos de sus vidas, como fotografías de un instante, el autor va dibujando los dos personajes sobre los que gira la historia, Alice y Mattia, y para mí fue inevitable empatizar con ellos desde el principio, casi más aún con el chico, Mattia, que con ella.
Mattia pensó que nada bueno había en tener una cabeza como la suya, que con ganas se la habría arrancado y sustituido por otra, incluso por una caja de galletas siempre que estuviera vacía y fuera ligera. Quiso contestar que sentirse especial era una jaula, lo peor que podía pasarle a uno, pero se abstuvo.
Él va mucho más allá de la introversión, es tendente a hacerse danyo y tiene que saltar un abismo para comunicarse con el otro, abismo que muchas veces ve insalvable. Y así camina, sin mezclarse con el resto, sin empaparse de vida, abstraído en su mundo ajeno.
Ésa era otra de las cosas que se había saltado, otro de los consabidos pasos de la vida que él había preferido no dar, a fin de seguir al margen del engranaje de la vida; como comer palomitas en el cine, sentarse en el respaldo de los bancos, no respetar la hora de volver a casa impuesta por los padres, jugar al fútbol con pelotas de papel de aluminio o quedarse desnudo ante una chica. Y pensó que aquello cambiaría. (...) Porque -miedo le daba admitirlo- cuando estaba con ella sentía que valía la pena hacer todas esas cosas normales que hacen las personas normales.
En muchos momentos de la historia quieres que terminen por encontrarse, que rompan las barreras que les separan (no sólo del otro, sino de la sociedad, del mundo que les rodea). A veces pretendemos que el amor todo lo pueda (y es que, si no lo puede ni el amor, ¿qué lo puede?). Pero todo es mucho más difícil que intentarlo, que simplemente querer. La consabida frase de querer es poder está lejos de ser real. Si acaso, uno debe darse siempre nuevas oportunidades tras el fracaso, y quizá con esfuerzo ellos también lo consigan.
Poco más puedo decir. Que es un libro para saborear con las miras abiertas y dejando que sus dos protagonistas se vayan haciendo un hueco dentro nuestro, un hueco donde encuentren la calidez que no hallan en sus vidas cotidianas, que no se permiten encontrar, quizás. Que es un libro para entender al que es diferente, al que su cabeza se le rebela y no le permite vivir la vida al nivel de los demás. Y para dejar que se asiente, que deje un poso. Increíble que lo haya escrito un muchacho con poco más de veinticinco anyos... ¡ya quisiéramos muchos tener ese talento!
[La imagen que encabeza este post es una fotografía de la escultura "Leyendo", de Joaquín Lucarini, situada en una de las entradas al parque Donya Casilda, en Bilbao]
Etiquetas: Libros
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