jueves, noviembre 26, 2009

De lunes a viernes...

Me sigue sorprendiendo lo voluble que soy, lo precario de mi estabilidad, cómo las cosas más pequenyas hacen que me falte el aire. Este fin de semana pasado, después de un buen viernes y un buen día de sábado, llegamos por la noche mi chico y yo a casa y ¡zas! Dos o tres inconvenientes, una sorpresa desagradable pero seguramente solucionable y sin demasiada importancia, y casi me sentía desvanecer. Salí de casa por inercia, como si así en vez de desvanecerme yo se pudieran desvanecer los problemas de fuera -ya digo, solucionables y sin demasiada importancia-, sin preocuparme siquiera de coger las llaves o algún abrigo, o de decirle algo a mi chico, y bajé algunos escalones dando traspiés. Sin pensar, sin ser capaz de hacerlo siquiera.

No llegué a salir a la calle -mejor, porque me habría quedado tiritando-, y tampoco duró demasiado el momento de excesiva angustia, de esa angustia que me bloquea y me impide racionalizar las cosas, pensar en soluciones, valorar los problemas en su justa medida y no ahogarme en medio vaso de agua. Pero sí que me dejó tocada un par de días, sí que se ha instalado otra vez alguna vocecilla en mi cabeza que me repite que el que me ha costado sentir como hogar, ese que voy creando con él para hacerlo nuestro, a pesar de lo escaso del espacio... ése, no es válido, no sirve, está putrefacto, son justo las palabras que me repite esa voz en mi cabecita nunca suficientemente cuerda.

El lunes no fui a trabajar, entre unas y otras pequenyeces engrandecidas hasta más allá del límite (del mío, al menos) no encontré fuerza para salir de debajo del edredón (y esta vez ni a una hora ni a otra). Pero el resto de la semana me he recompuesto, ordenando las piezas aquí dentro hasta ahora, que parece que la torre se tambalea menos: llegamos al viernes mejor que partimos el lunes de la casilla de salida. Con algunos temas en vías de solución, capeando también el estrés generalizado que se ha instalado en el trabajo, recurriendo a otros allá donde yo no llego y a la vez sirviendo de ayuda a otros, allá donde ellos no llegan y yo sí.

Y así vamos acabando el mes... Ah, y casi se me olvida... me enteré de la celebración de estas jornadas, que tienen lugar manyana viernes, todo el día, y la manyana del sábado también. La verdad es que no sé mucho de los organizadores y no sé qué tal estarán las jornadas, pero me parecieron interesantes. Finalmente, parece que va a estar complicado que vaya, aunque sí me pasarán la documentación que entreguen y espero enterarme de lo que se hable en ellas y en los talleres que más me interesaban... pero vaya, que si alguien de Madrid se pasa, que dé senyales (ya sé que no es que esté hablando de ellas con mucho tiempo precisamente... sorry!).

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viernes, noviembre 13, 2009

En ocasiones veo patios de guardería (II)

A veces, anyos y anyos después, las relaciones sociales siguen siendo un mundo que me deja un tanto perpleja por las reacciones que me encuentro en los demás. No sé si al resto le cuesta tanto también seguir mis reacciones, si les sorprendo de la misma manera, y además para mal. Pero yo sigo alucinando con lo que veo como patios de guardería.

No, no. Pero está visto que en todas partes cuecen habas, y que en todas partes te puedes encontrar gente hipócrita hasta la médula, que te pone la sonrisa, y el "guapa" y la mejor de las caras, que cuando (cree que) no la estás escuchando se lanza a la cizanya de cabeza, y a malmeter y a desearte lo peor. Eso sí, para volver a la sonrisa cuando te ve aparecer.

Y mira, a mí no sé si es que me pilla ya cansada de otras luchas internas como para ponerme encima con las de fuera, a pelearme ahora por carinyos que en el fondo me dan bastante igual mientras se mantenga la cortesía y una mínima cordialidad para pasar el día a día, que lo pasamos en el mismo lugar. Que no vamos a hacer amigos, pero tampoco a ponernos verdes, tampoco a desearnos que caigamos cuanto antes.

Y en cuanto a los que no se mojan... bueno, no sé hasta qué punto puede uno mantenerse entre dos aguas por quedar bien, pero realmente lo prefiero a los que van con el punyal debajo de los saludos cálidos de más.

Aunque también recuerdo que hubo un momento en que ya -otras personas, otros tiempos-, directamente, no había respuestas a los "buenos días", y los punyales ni se escondían, casi refulgían a cualquier hora de las veces en que se lanzaban al cuello. Así que quizás no sea tanto la hipocresía lo que me molesta, sino la necesidad de traer los punyales a un sitio en el que estamos obligados a pasar muchas horas juntos. ¿No es más sencillo dejar las intrigas fuera, intentar simplemente que las horas las pasemos lo mejor posible y no convertir todo en un mundo de "yo no desayuno contigo porque tú te llevas bien con X y yo no"? Si eso no son patios de guardería, que baje Dios y lo vea, por favor! Pero no, aquí con quién desayunas es crucial, porque determina el puesto que ocupas en el escalafón social, empresarial, y algún otro escalafón que se me ha debido de olvidar. ¿Y si desayunas con unos te conviertes en malísimo de la muerte? Pues sí. Amos anda, no me jodas.

Pero nada. Ya no se echan la siesta después de comer ni esperan ansiosos su biberón, en vez de baby con su nombre llevan vaqueros, pero se siguen poniendo de los nervios porque quién sabe si alguien a lo mejor / lo mismo / tal vez... puede quitarles su chupete. Lo que yo digo, patios de guardería, una vez más.

Ains...

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