Bajo el árbol de Navidad...
He caído en la locura más típica de estas fechas: el consumismo feroz. Este anyo seguramen te sea el que más cosas he comprado: regalos para mi madre, que me había repetido mil veces que no me gastara demasiado, que ella con unos detalles estaría tan contenta; regalos para mi chico, el ninyo de ojos sonrientes; regalos para mi prima, la pequenya de la casa... y algunos detalles para mi tía y mi hermano. Bueno, y vale, algo que hago todos los anyos: algún auto-regalo que me compro unos días antes de Navidad y me envuelvo para dejarlo en el sofá junto al resto de regalos.
La noche de Nochebuena mi chico se quedó a dormir conmigo en mi casa, y antes de acostarnos dejamos los regalos preparados en el sofá, para darnos la sorpresa de encontrarlo lleno de regalos a la manyana siguiente. Y el 25 por la manyana, eso, despertarse, remolonear un poco en la cama, asomarse al salón y decir: ¡cielo, ha venido Papá Noël, hay regalos en el sofá!. Como si fuéramos ninyos chicos... :-)
Los regalos no los abrimos hasta el mediodía, cuando ya fuimos a casa de mi abuela y nos juntamos con el resto de la familia. Y ahí, vuelta a colocar los regalos en el sofá, ahora sí, bien repleto, y luego, reparto de regalos. En este pone este nombre, en aquel pone tal otro...
Y aunque ya no hay ninyos pequenyos en casa (la más pequenya, mi prima, ya ha cumplido los 20), parece que conservamos un poco la ilusión de abrir los regalos, las sorpresas.
Por mi parte, he debido de portarme bien, porque he salido bien servida en cuanto a regalos se refiere: unos botines negros, la trilogía de X-MEN (edición coleccionista!), un libro, un conjunto de ropa interior erótico-festivo... y algo que ya he estrenado, un juego que se llama CARCASSONNE, con dos de sus ampliaciones.
Hemos jugado ya un par de veces y la verdad es que está muy entretenido, si alguien se quiere apuntar para una próxima partida, ya sabe, a levantar la mano y a ver cuándo nos juntamos...
La noche de Nochebuena mi chico se quedó a dormir conmigo en mi casa, y antes de acostarnos dejamos los regalos preparados en el sofá, para darnos la sorpresa de encontrarlo lleno de regalos a la manyana siguiente. Y el 25 por la manyana, eso, despertarse, remolonear un poco en la cama, asomarse al salón y decir: ¡cielo, ha venido Papá Noël, hay regalos en el sofá!. Como si fuéramos ninyos chicos... :-)
Los regalos no los abrimos hasta el mediodía, cuando ya fuimos a casa de mi abuela y nos juntamos con el resto de la familia. Y ahí, vuelta a colocar los regalos en el sofá, ahora sí, bien repleto, y luego, reparto de regalos. En este pone este nombre, en aquel pone tal otro...
Y aunque ya no hay ninyos pequenyos en casa (la más pequenya, mi prima, ya ha cumplido los 20), parece que conservamos un poco la ilusión de abrir los regalos, las sorpresas.
Por mi parte, he debido de portarme bien, porque he salido bien servida en cuanto a regalos se refiere: unos botines negros, la trilogía de X-MEN (edición coleccionista!), un libro, un conjunto de ropa interior erótico-festivo... y algo que ya he estrenado, un juego que se llama CARCASSONNE, con dos de sus ampliaciones.
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