No era marzo...

No hace tanto tiempo, el mes que hoy termina era un enemigo que se alzaba poderoso, y frente al cual sólo podías hacerte chiquita y correr a esconderte y esperar que pasaran los días, cuanto más rápido mejor, uno tras otro en un corre-corre, llevándose lágrimas que seguro que vendrían a punyados con marzo. Porque era un mes que se clavaba dentro, que dolía, que se hacía demasiado grande para poder abarcarlo con tus manitas de ninya temerosa.

Así fue en el 2005, así se repitió en el 2006. Fechas, fechas en el calendario, todo fechas como astillas en la piel. Lágrimas-lluvia, lágrimas-carmín. Marzo era mes para hibernar y despertar en abril, cuando el frío parecía empezar a alejarse y el sol se hacía un huequito dentro.

Ya entonces, alguien te dijo que no era marzo, no podía serlo, que eras tú. Y también lo sabías, que eras tú la que daba un significado a los números en el calendario, pero no sabías darle otro que el que le dabas en ese momento. Tampoco te imaginabas dándole otro...

Y hoy le estabas dando vueltas a todo esto, a aquellos posts pasados. Hoy que decimos adiós a otro marzo, que -sorpresa- ya no duele. Lo piensas y sonríes, sabes que ha habido un camino largo, duro, difícil, pero mírate, este marzo ha pasado dulce, suave, cálido. Fijándote en los almendros y prunos en flor, con algún paseo por el Retiro, habiendo probado ya el primer gazpacho de la temporada en una terraza al sol en companyía de alguien especial con el que has sabido -habéis sabido- reconstruir un vínculo distinto, cercano, cómplice, sin más danyo ni heridas abiertas. Caminando cerca del ninyo de ojos sonrientes, disfrutando de un grupo de amigos al que nunca ves suficiente, pero que sabes ahí, cerca, dispuestos. Minimizando los golpes cuando los hay, sobrellevando las despedidas cuando tocan a la puerta.

Has tenido suerte, quizás, pero también ha habido esfuerzo y justo es reconocerlo. Y si finalmente, no era marzo, y eras tú... hoy el tú con el que te encuentras es distinto al de hace unos anyos. Y marzo ya sólo es el mes entre febrero y abril.

Balances

Me falta tiempo. Se me acumulan los blogs por leer, tampoco escribo apenas, leo libros sólo en el autobús y caigo rendida en la cama por la noche. Ya no veo Buenafuente porque a esa hora hace rato que estoy sonyando, y alguna vez me he quedado dormida sin que acabara House. No me despierto descansada, sin depender de ningún ring-ring irritante. Renuncias, renuncias.

Del otro lado, ordeno mis horarios. Ya no me levanto a la hora de comer para no comer porque no tengo hambre recién despierta, ni me acuesto a las tantas de la manyana porque no tengo suenyo -llevo menos de doce horas en pie-. Veo a más gente, me relaciono, hablo, río, oigo música y canturreo mientras ando número arriba, número abajo, impuestos, excel y contaplus. Aprendo, porque todo es nuevo. Voy venciendo mis tozudas inseguridades. Pequenyos grandes logros.

Ya llevo un mes de regreso al trabajo. En conjunto va saliendo mejor de lo que esperaba, aunque acostumbrarme al ritmo nuevo de rutina diaria me cuesta bastante. Y hay renuncias, claro, pero también hay logros y esos dan una satisfacción que tenía casi olvidada. Aunque echo en falta tener mucho más tiempo libre, para mí, para el blog, para mis aficiones... pero en compensación, también tengo la mente más ocupada, con menos momentos para perderme y desvariar.

Pros y contras, claro, como en todas las cosas. Y esta vez ganan los pros...

Desmemoria

En ese pequenyo gran libro que es "El libro de los abrazos", de Eduardo Galeano (ya le he traído por aquí otras veces), encontraba hace algunas semanas una historia cortita que pensé en acercar al blog. He pensado que hoy era un buen momento para recuperarla. Dice así:

La Desmemoria (1)

Estoy leyendo una novela de Louise Erdrich. A cierta altura, un bisuabuelo encuentra a su bisnieto.

El bisabuelo está completamente chocho (sus pensamientos tienen el color del agua) y sonríe con la misma beatífica sonrisa de su bisnieto recién nacido. El bisabuelo es feliz porque ha perdido la memoria que tenía. El bisnieto es feliz porque no tiene, todavía, ninguna memoria.

He aquí, pienso, la felicidad perfecta. Yo no la quiero.

Ya sé que he hablado muchas veces de esto mismo, de elegir recordar aunque en ocasiones duela, de salvaguardar la memoria, los recuerdos, lo vivido, de tener presente nuestro ayer no para que ancle y no nos deje caminar, sino para saber quiénes somos, quiénes hemos sido, y partiendo del pasado, disfrutar del presente y construirnos un futuro enriquecedor, libres, con la valentía de quien no olvida pero encuentra sitio para lo nuevo que viene.

La historia de Galeano me volvió a recordar todo esto. Yo tampoco quiero esa felicidad perfecta del que no tiene memoria, no quiero pastillas para olvidar mis traumas, ni cerrar heridas en falso. Cuestión de elecciones, supongo... la mía, desde hace mucho tiempo, y la mantengo bien firme, viene siendo recordar. Tener memoria. Mimar el ayer sin descuidar el manyana. Aunque a veces cueste, aunque algunos recuerdos no sean del todo cálidos y no abriguen en noches de invierno, no importa. Además, ya es casi primavera...

Viento en popa...

Ya llevo unos cuantos días trabajando de nuevo, después de un parón de demasiados meses (porque sí, era esa vuelta -temida y esperada- a lo que me refería en el post anterior), y la verdad es que me desenvuelvo sorprendentemente bien. Y más aún, también me siento bien. Poco o nada que ver con la última etapa allí, que me hizo desesperarme, dudar de mí y de mis capacidades, me llevó a sentirme casi tonta por la incapacidad total de hacerme con un puesto nuevo al que no llegaba, mar de dudas y yo en una embarcación precaria e ingobernable.

Sólo llevo una semana y es probablemente demasiado pronto para valorar nada, pero de momento voy aprendiendo cosas nuevas, me pierdo a ratos, claro, pero me suelo encontrar rápidamente, echo una mano y dos en donde soy capaz de hacerlo... y me voy manejando. Despacito y con buena letra. Paso a paso, sin demasiados agobios en medio de la vorágine del día a día. Preguntando -y, esta vez sí, recibiendo respuestas-. Preguntando otra vez si es necesario. Y sintiéndome poco a poco más capacitada, entendiendo algunas cosas que meses atrás me sonaban a chino, avanzando.

Hace unos meses, cuando me tocó en (mala) suerte el cambio de puesto, todo eran dudas que nadie tenía tiempo de resolver, me tocaba lidiar casi sola con un temporal de viento y olas desmedidas. En cambio esta semana he encontrado apoyos, una más de la tripulación.

Y ahí vamos... viento en popa a toda vela.