Leyendo... (VII): Inés y la alegría
-Usted... quiero decir, tú... ¿eres como ellos? -al escucharla me eché a reír.
-¿Roja, quieres decir? -me dedicó una sonrisa tímida, incompleta, como si le diera vergüenza contestar a mi pregunta-. Sí, soy roja. ¿Tú no?
-Yo... yo no sé lo que soy. Mis padres no eran de nada y cuando empezó la guerra, tenía catorce años, pero... -empezó a mover la cabeza, para negar cada vez con más vehemencia-. Lo que sí sé es que no me gusta que me digan lo que tengo que hacer, ¿sabes? Y que estoy hasta aquí -y se llevó dos dedos a la cabeza para apresar un mechón de pelo entre las yemas- de que todo sea pecado, de que todo esté prohibido, y de que todo el mundo tenga derecho a meterse en mi vida.
-Pues ten cuidado, Montse, porque por ahí se empieza.
("Inés y la alegría" - Almudena Grandes)
Inés, que sale de la oscuridad de la cárcel, del convento, del encierro de su hermano falangista. Inés, que lucha por sus ideas, por sus afectos, por su gente y un país pintado de tricolor. Inés, que descubre su lugar poco a poco y se lo pelea también, que confía en el manyana desde un hoy gris, que cocina poniendo los cinco sentidos y el carinyo o las lágrimas, y así le queda la comida amarga o para chuparse los dedos. Que se la juega con las cartas que tiene por las ideas en las que cree y el futuro con el que suenya. Inés, valiente a la que se le derraman lágrimás más de una vez, a la que le tiembla la mano en otras ocasiones sin por ello dejar de tener esa valentía en el cuerpo y el brillo fiero y dulce en los ojos. Inés, a través de cuyos ojos contemplamos lo que pudo ser y no, el país tan distinto que podríamos haber sido y no, no nos dio la suerte, las cartas, el viento de cara. Y aun así, entre la pena, la alegría; entre la frustación, la reconstrucción; frente al dejarse llevar, elegir rearmarse, levantarse y vivir la vida que tienes, que no será la que sonyaste pero igual se le parece, si no hoy, manyana.
Inés y la alegría. Si tenéis ocasión, leedlo. Por Inés y la memoria de tantos.
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