lunes, febrero 14, 2022

Del cuerpo y sus (mis) extrañezas (II)

 

Sonrío, pero no me reconozco ya casi nunca del todo en las fotos que hago y repito, buscándome por si en alguna me encontrase y pudiese averiguar quién soy, cómo soy, cuál de todos estos cuerpos es el mío.

Ahora tengo, o estoy en, o soy, el cuerpo más grande/pesado de toda mi vida. La idea de "mala feminista" me grita en la cabeza cuando esto me incomoda, cuando me siento gorda o fea por esto. La disociación es casi una constante. En los últimos cuatro años y medio, de la mano con la medicación psiquiátrica que tomase (disparando a la vez hambre, necesidad concreta de carbohidratos, cansancio, sedentarismo, horas de sueño, lentitud del metabolismo) o la que retirase (con el efecto contrario, desperezándome, acelerándome muchísimo el metabolismo, el paso, el movimiento continuo, las ideas, la vida) he oscilado entre el mayor peso de mi vida y el menor peso de mi vida adulta. En mi caso esto supone de momento una horquilla entre los 46 y 66 kilos. Cuatro años de viaje, 53-64-51-46-52-57-66, han cantado línea, seguimos para bingo.

Los propios psicofármacos son responsables así de gran parte de mis desencuentros, disociaciones, ausencias, despersonalizaciones, extrañezas, interrogaciones, vergüenzas, cuestionamientos, pérdidas, dudas, hoymequedoencasa, lagunas y toda clase de sentipensares complejos relacionados con esta pequeña gran montaña rusa en mi propia percepción, en mi piel, carne, cuerpo, cabeza, vida.

Al menos hoy sé esto. Hace no tanto me hubiera creído, además, el discurso culpabilizador que acompaña estas vivencias en tantas consultas: nada de esto tiene que ver con tu medicación, es que eres muy perezosa, vaga, glotona, tienes que comer mejor, no puedes dormir tanto, holgazanear engorda, claro, ponte el despertador, haz ejercicio, y el gimnasio qué, pues comida sana, sigue este menú, busca recetas, salir a correr no cuesta dinero, necesitas rutinas, es que contigo no se puede, cómo que siesta también, si no pones de tu parte es imposible, esfuérzate un poquito, mujer.

Sonrío. No me reconozco bien. No sé en qué cuerpo estoy hoy. Pero al menos reconozco algunas de las violencias que me cruzo en el camino (y hasta algunas de las que ejerzo).

Seguimos.

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domingo, febrero 06, 2022

Tendría que.

Otro de esos días arrasadores que se lo llevan todo por delante, lo poco o mucho que hubiera podido empezar a reconstruir para intentar anclarme a este mundo que me expulsa.

Lo que construyo, poco o mucho, mal que bien, me lleva días y días de esfuerzo gigante y agotador, días y días de sentirme Sísifo para llevar un poquito más allá la piedra que amenaza siempre con pasarle por encima.

En un solo día caigo y cae conmigo la piedra, y se suman alud, tsunami, tormenta de granizo, ejército de hunos que pisotean todo al pasar asegurándose de que no vuelva a crecer hierba. Ni desde luego, yo. No crezcas más, Gace, te lo estamos diciendo.

Hoy veo lúcida mi cuerpo, cabeza, mundo arrasado. Me sé terreno baldío, dolorosamente estéril. Tendría que empezar de nuevo a construir, de cero, quizá mañana o al otro o al otro. Tendría que buscar cómo hacerme menos batallosa mi cotidianidad. Tendría que inventar nuevos refugios. Tendría que pedir que pensemos juntas. Tendría que listar mis tendríaques.

Tendría que muchas cosas, si quiero poder anclarme a este mundo que me expulsa. Tendría que.

Tendría que.

¿Tendría que?

Tendría que. 

O tal vez no. No más. 

Ya. AY.

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